Los obradoristas ven al AMLO de 2018 (una versión más moderada y atemperada) como un mal necesario que tuvo que realizarse con tal de lograr ganar la elección. Ello, sin embargo, fue sólo temporal. El AMLO que el obradorismo recalcitrante impulsa es el de la agenda completa, la descrita en múltiples libros desde 2006. Lo que tuvo que decir en los debates de 2018 o lo que le dijo a los inversionistas para mantener la calma fue sólo eso, un ritual de paso.
Así, los obradoristas entienden su gobierno como un mandato claro y contundente a implementar la agenda política de AMLO en su versión más radical y transformadora. Así, consideran que cualquier cosa que se interponga entre ellos y la implementación de esta agenda va en contra de la voluntad democrática.
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2. Para el obradorismo, la técnica es un escudo para esconder la cobardía. El obradorista ve a los “expertos” como individuos entrenados en proveer argumentos supuestamente técnicos pero que, en realidad, están teñidos y sesgados en favor de mantener el statu quo. El técnico fue entrenado para valorar los avances que se han logrado hasta ahora, por más mínimos que estos sean, y para implementar cabios marginales.
En este sentido, el técnico basa sus análisis en premisas que, o no ve, o no se atreve a cuestionar. Más que ideologizados, los técnicos son cobardes y poco creativos, piensan los obradoristas. En su intento por evitar un cambio abrupto de cualquier tipo, se han vuelto grises y poco arrojados. No se les ocurre nada disruptivo y satanizan lo experimental en favor de lo previamente probado.
AMLO no acepta consejos técnicos, no porque considere que la técnica es mala, sino porque considera que, la técnica que no pueda ayudarle a implementar su agenda, es una herramienta poco democrática que limita la innovación pública.