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¿Democracia de partido único?

La oposición a este gobierno es un terreno baldío en el que nada crece; ¿hay partidos políticos aptos para presionar eficazmente al gobierno?, cuestiona Carlos Bravo Regidor.
mar 09 julio 2019 06:30 AM

Los fiascos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador podrían abonar mucho al crecimiento de la oposición, pero la oposición a este gobierno es un terreno baldío en el que nada crece. Esa es una de las grandes paradojas de la histórica elección de hace un año.

Una elección que fue claro testimonio de normalidad democrática: había un presidente impopular y la mayoría votó por el candidato que mejor supo encarnar el descontento y la esperanza de un cambio. Pero una elección, al mismo tiempo, que terminó desembocando en un gobierno democrático muy anormal: más personalista que institucional, hostil frente a cualquier contrapeso y sin oposición.

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Sólo la semana pasada se dieron a conocer cinco noticias que, en otro contexto menos enrarecido, se hubieran aprovechado como motivos perfectamente legítimos para que la oposición hiciera escándalo, fustigara al gobierno, exhibiera su incompetencia, le exigiera cuentas y rectificaciones, propusiera alternativas. Eso hubiera hecho el lopezobradorismo cuando era oposición, mientras que ahora que es gobierno sus opositores no saben, no pueden o no quieren hacerlo:

1) El presidente admitió que no hay avances en el combate a la inseguridad. Y la violencia continúa creciendo.
2) Se publicaron indicadores económicos que muestran una caída en la inversión pública, un descenso en la generación de empleo y una reducción de la actividad industrial. Los pronósticos de crecimiento se siguen ajustando a la baja.
3) El Congreso aprobó una Ley de Austeridad que le otorga al jefe del Ejecutivo la facultad de disponer discrecionalmente de cualquier ahorro presupuestal. Una suerte de nueva “partida secreta”.
4) Estalló un conflicto con agentes de la Policía Federal que se rebelaron contra su traspaso a la Guardia Nacional, demandaron respeto a sus derechos laborales y protestaron por sus nuevas condiciones de trabajo.
5) Se reveló que a pesar de haber cancelado el programa de Estancias Infantiles por los “niños fantasma” que no asistían, pero por los que se erogaban recursos, ni la Secretaría de Bienestar ni el DIF tienen registro de esas presuntas irregularidades. Parece que dicha justificación fue una patraña.

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Varios medios de comunicación difundieron esas noticias. Hubo más o menos ruido en las redes, en los espacios de opinión y análisis. También hubo uno que otro pronunciamiento en el Congreso y un par de expresidentes –que ya no pertenecen a ningún partido– tratando de llevar un poco de agua al molino de su irrelevancia.

Nada que creara, sin embargo, verdadera tracción política. Que motivara reclamos de voces o sectores que el gobierno no pueda ignorar. Que obligara a los responsables a hacerse cargo con un mínimo de seriedad y profesionalismo.

Nada, en suma, que no fuera documentar los problemas y verlos acumularse, unos tras otros, sin que haya partidos políticos aptos para presionar eficazmente al gobierno, para encajarle un costo, para representarle una posible competencia.

Esa falta de oposición no es una fortaleza, sino una debilidad. Por un lado, permite que el gobierno sea desaseado, incoherente e, incluso, cínico. Por el otro lado, hace que el disenso pueda parecer innecesario e insustancial, mera voluntad de fastidiar sin ningún beneficio.

Es normal que en una elección como la de 2018 las oposiciones hayan perdido espacios y fuerza; no es normal que un año después, y sobre todo ante un gobierno que les ofrece tantas oportunidades, hayan perdido también su capacidad de argumentar desacuerdos y dotar de sentido al conflicto político. No hay tal cosa como una democracia de partido único.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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