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México se mira el ombligo mientras se discute la agenda global del G-20 de Osaka

La inasistencia de López Obrador al foro global más relevante fue una oportunidad perdida para posicionar temas relevantes para la agenda de México, sobre esto reflexiona Horacio Vives Segl.
dom 30 junio 2019 10:04 AM
Cumbre G-20
Sin AMLO. El presidente mexicano no asistió a la cumbre en Osaka, Japón.

Parto de un hecho incontrovertible. Salvo que ocurra una crisis social o política doméstica de enormes dimensiones o se tenga un problema de salud insalvable, no hay forma de justificar que quien encabece un gobierno y tenga el privilegio de formar parte del selecto club de potencias y naciones emergentes que representan a dos tercios de la población y del 85% del PIB mundial, no asista a la Cumbre de Líderes del G-20.

Así debe comenzar la lectura sobre la inasistencia de Andrés Manuel López Obrador al que posiblemente sea en términos prácticos el foro global más relevante.

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México da la nota en la historia de la Cumbre de Líderes del G-20 y se suma a los “peculiares” gobiernos de Cristina Fernández en Argentina (representación a nivel ministerial en Brisbane, Australia en 2014 y Antalya, Turquía en 2015) y al de Arabia Saudita, que de nueva cuenta manda el polémico e impresentable príncipe Mohammed bin Salman (sospechado de ser responsable intelectual del asesinato del periodista Jamal Khashoggi) que desairaron la representación correcta.

Política internacional parroquial

No es ninguna novedad para quien ha hecho del “no hay mejor política exterior que la buena política interior” su estandarte para relacionarse con el mundo, que no asista a su primera cumbre del G-20. Tampoco fue a Davos en enero y los pocos encuentros con jefes de Estado que ha tenido en lo que va de la administración han sido en México.

Los foros globales de la mayor importancia no son un escenario donde el presidente mexicano se sienta cómodo. Con la insistencia a Osaka –sutilmente criticada en Japón–, México pierde una oportunidad importantísima para posicionar temas de interés nacional y aportar a la agenda global, tanto de coyuntura como de largo aliento. Más simple que eso: que líderes globales tuvieran la oportunidad de llevarse una buena impresión de ese personaje para ellos desconocido, hoy al frente de una de las naciones integrantes del G-20.

Ebrard en Osaka
Representante. El canciller Marcelo Ebrard tuvo acceso en calidad de representante del gobierno mexicano.

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Si bien no se desatendió la invitación, a todas luces la representación a nivel ministerial es insuficiente. Por más eventos protocolarios a los que sean convidados, fotos oficiales y selfies que se tomen en los pasillos, los jefes de Estado quieren tratar con sus pares y difícilmente los líderes protagonistas de la Cumbre concederán reuniones bilaterales o se llegarán a acuerdos de importancia para México.

Marcelo Ebrard, al encabezar la delegación mexicana se anota un tanto más en su contabilidad política que refuerza el momentum que está experimentando como el político más destacado en el entorno presidencial. Pero es una ganancia momentánea. El costo interno para el presidente es marginal –seguramente sus huestes le celebrarán, como todas sus decisiones, haberse quedado en el país– y el liderazgo de Ebrard de ninguna manera hace sombra al de su jefe. En el exterior, el balance es mucho mayor. En definitiva, México como país es el que sale más perjudicado.

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Oportunidades perdidas

¿Qué pierde México con la inasistencia a Osaka? Varias oportunidades centrales. Entre ellas se cuentan una reunión con Donald Trump para evaluar compromisos y amortiguar posibles nuevos desencuentros en la tensa relación bilateral, desactivar el conflicto con Canadá por el gasoducto marino Texas-Tuxpan, impulsar la iniciativa de México para conseguir un asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para 2021-2021, hacer una enfática defensa del libre comercio ante la amenaza proteccionista, fijar la posición del país respecto a la crisis migratoria, hacer una presentación del proyecto de país y un llamado a la confianza en un entorno en el que el desempeño de la economía mexicana se revisa permanentemente a la baja por parte los organismos internacionales.

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Asumir las consecuencias

Para todo efecto práctico, al no asistir, México quedará como un espectador de los acuerdos adoptados en el G-20.

Nada, absolutamente nada en la agenda de los últimos días estuvo reñido con apartar tres días para asistir al G-20 de Osaka. Ni siquiera se pensó en un acto que pudiera mostrar sensibilidad ante la errática política migratoria represiva en la frontera sur, que dejó penosamente como imagen global de exportación la tragedia de Óscar y Valeria, los salvadoreños que perdieron la vida al intentar cruzar el Río Bravo. Pero, eso sí, qué tal la supervisión de los preparativos para el AMLOfest, la celebración autocomplaciente por el aniversario del triunfo electoral.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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