Aun así, muchos nos sentimos furiosos por el resultado. Es el triunfo de la asimetría: EU nos obligar a hacer algo bajo amenaza de unos aranceles ilegales. Esto sacude nuestros principios democráticos, autoritarios, nacionalistas, liberales o progresistas, de izquierda a derecha. Es una auténtica mentada de madre, si se me permite la expresión.
Y nos enoja que el gobierno mexicano optó por la mesura, el pragmatismo: ganar tiempo, quitar la amenaza inmediata, dar aire para ganar perspectiva.
Nos revuelve el estómago, además, que los estadounidenses tienen razón: que se dispararon las detenciones de migrantes como consecuencia del abandono en que está la frontera sur, la corrupción que vive en áreas del Instituto Nacional de Migración, la debilidad institucional.
Nos indigna también la situación del emigrante, víctima real, en su país de origen, en su tránsito por el nuestro y en su llegada a su destino, con mucha probabilidad un centro de detención.
Si caemos en las emociones, le seguimos el juego a Trump. Para todos aquellos que reclaman de este gobierno un mayor pragmatismo y menos ideología, aquí tenemos un caso claro de aplicación. Si las exigencias de EU exceden lo razonable, siempre podemos arrancar la guerra comercial, pero no cabe duda en la sensatez de postergar la decisión en la medida de lo posible. El presidente López Obrador está mostrando, desde una estratégica distancia, una serenidad que es bienvenida. No faltan, seguro, voces dentro de su partido que quieren invadir Nuevo México o aplicar para ser parte de la Ruta de la Seda, por muy lejos que nos quede.
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