El valor de la desgracia
Norelia Hernández, madre de Norberto, levanta la voz por su hijo. Con una impactante fortaleza dice no tener ningún rencor, pero clama ante los medios de comunicación que la muerte de su hijo no sea en vano. “Que se haga justicia por esos 'Norbertos' que no debe haber".
Nore, como cariñosamente le llaman en Meoqui, Chihuahua, dice estar agradecida con Dios, “por estos 22 años que me lo prestó, me siento orgullosa porque creo que mi Dios no me hubiera escogido para ser la madre de un ángel terrenal, porque eso era mi hijo, un ángel terrenal. Ahora es un ángel del cielo". El día de hoy, Norberto llegará a su ciudad natal en una carroza y no lo hará caminando con un título en la mano, que tantos sacrificios le costó obtener.
Sirvan estas letras para recordarle a la jefa del Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, que no habrá descanso, paz ni consuelo en las almas de los amigos y familiares, hasta que haya justicia, pronta y expedita.
Cuando los captores de Norberto reciban todo el peso de la ley. Que sirvan entonces, para decirle al presidente López Obrador que no hay excusas, que la muerte de Norberto no puede ser endosada a los gobiernos anteriores o al neoliberalismo. Que el presidente también es padre, que puede entender que hoy un país entero se identifica con Ronquillo Hernández, porque Norberto pudo ser el hijo, el hermano, el amigo de todos. Su muerte no puede, ni debe de ser en vano, pues representa el rostro de millones de jóvenes que quieren prepararse para convertirse en el mejor futuro de México.
¿Cuántos “Norbertos” más necesitamos para darnos cuenta que es la impunidad la que nos está matando?
Nota del editor: Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.