Suele decirse, con buena voluntad, que los niños son nuestro futuro. Se utiliza esa frase para incentivar a su cuidado, nuestra comprensión y paciencia hacia ellos, y la inversión en su desarrollo. Así a los niños se les piensa como si fuesen una inversión financiera que rendirá frutos en 20 o 30 años, y que su valor está en su potencial, en lo que podrían llegar a ser y hacer por la sociedad.
Quizá deberíamos pensarlos como personas que están aquí con nosotros, que dependen y confían en nosotros los adultos. Merecen oportunidades para desarrollarse y, sobre todo, que está en ellos decidir qué ser y cómo serlo.
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Pero brindarles esas oportunidades como sociedad y gobierno, requiere entender a esas infancias, ayudarlos a navegar el mundo actual y prepararlos para el que les espera. ¿Qué adultos tendremos en 2030, 2040 y 2050 en México?
Los niños de ahora y los adultos del 2040
Los niños, al menos como los identifica el gobierno de México, son las personas entre 0 y 11 años de edad. A partir de los 12 y hasta los 18 años son considerados adolescentes; sin embargo, estos aún se encuentran protegidos en sus derechos por varias leyes que protegen a infantes.
De acuerdo con las Proyecciones de la Población de México y de las entidades federativas, 2020-2070 de la Secretaría General del Consejo Nacional de Población, en 2023 había 12.5 millones de niñas y 13 millones de niños. Representaron 19.5% de la población total del país. No obstante, se estima que para 2050 las niñas y los niños representarán solo 12.8%.
Según la misma institución, en 2023, se calcula que nacieron 2.1 millones de niñas y niños en el país. Estadísticas vitales de nacimiento del Inegi muestran que en promedio por cada 100 mujeres, en México nacen 104 hombres; es decir, la población masculina infantil es mayor y parece que seguirá siéndolo.
Por lo menos la mitad de los adultos jóvenes del año 2040 habrá experimentado algún tipo de violencia durante sus primeros 18 años de vida
Fernando Carrera, UNICEF
UNICEF, con su informe anual México 2022, brinda un panorama más amplio de los menores de edad en el país. El organismo estima que hay 39 millones de niñas, niños y adolescentes; de 0 a 5 años son 32%; de 6 a 11, 34%, y de 12 a 17, otro 34%.
Sabemos cuántos niños y adolescentes hay en México, pero, ¿cuáles son sus condiciones? ¿Qué ventajas tienen para enfrentar el futuro que les espera y qué carencias complicarán su desarrollo?
En conversación con Fernando Carrera Castro, representante del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en México detalló las adversidades que enfrenta la infancia en México y las que gobierno, empresas y organizaciones deben atender urgentemente.
En salud, por ejemplo, la obesidad y desnutrición son preocupantes, pues podrían detonar enfermedades crónicas como diabetes a temprana edad, que se pueden prolongar a lo largo de su vida adulta. “Imagínate lo que significa empezar a padecer estos problemas a los 25 años (de edad)... y el costo que esto va a tener para el sistema de salud”, advierte Fernando.
La exclusión educativa es otro de los males que sufren los adolescentes en México; al no acceder a la secundaria y bachillerato, señala Fernando, será muy difícil que aspiren a salarios dignos en el Siglo XXI. “Van a tener dificultades en conseguir un empleo digno, porque su formación académica es muy limitada”.
La pandemia agravó la calidad del aprendizaje y la obesidad, que ante la carencia de oportunidades económicas, hizo que las familias recurrieran a la comida chatarra, alta en calorías y azúcares.
Fernando también destaca las violencias que sufren los niños. Suele pensarse en aquellas violencias de sus entornos inmediatos, como la familia y la escuela, pero también está el abandono y el reclutamiento por parte de grupos criminales.
“Por lo menos la mitad de los adultos jóvenes de 2040 habrá experimentado algún tipo de violencia durante sus primeros 18 años de vida… La violencia condiciona, restringe y genera ciclos viciosos… Esto plantea un desafío para el México de 2040, ¿cómo seguir lidiando con la violencia durante tantos años”
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Por último, señala Fernando, está la pobreza. Entre 9% y 10% de los niños en México viven en condiciones de extrema pobreza, menciona Fernando. La pobreza trae consigo falta de educación, problemas de salud y muerte.
No podemos permitir que el crimen organizado piense que reclutar niños es una ventaja
Fernando Carrera, UNICEF México
David Calderón, director general del Centro de Excelencia en Save the Children México, destacó en entrevista que las infancias de hoy, con las condiciones que la rodean, van a crear adultos muy resilientes.
Ante tantas crisis como la económica, laboral, ambiental, de vivienda y otras, los niños se están formando para ser resilientes, lo cual puede ser bueno, pero no debe romantizarse. Tiene ventajas de supervivencia, de ingenio y de respuestas inmediatas, menciona David, pero responde a que las empresas, los trabajos e incluso las instituciones del gobierno no duran.
Entre tanta incertidumbre, al país le esperan adultos con pensamiento “cortoplazista”; con tanta falta de estabilidad en múltiples aspectos de su vida, la falta de compromiso será una constante.
Es decir, ¿para qué me asocio con mis vecinos si es probable que el año que viene deba mudarme? ¿Para qué me especializo en un trabajo si en unos meses es probable que cierre la empresa, o la vendan a otra y nos despidan? ¿Para qué me comprometo a una relación de pareja si esa persona quizás cambie sus planes de vida en tres años?"
México puede salvar a sus infancias, porque lleva décadas haciéndolo
No todo está perdido. David nos contó de las ventajas y condiciones más favorables que tienen los niños de hoy, y que los infantes de hace 30 o 50 años no tenían.
Destaca que hay cuatro cambios radicales en la vida de las infancias en México que han ocurrido en las últimas décadas; aspectos culturales y políticos, así como legislaciones, que han cambiado.
El trabajo infantil, aunque no esté erradicado, ahora sí está mal visto, cuando antes se daba por sentado. “A diferencia de las generaciones del pasado, tanto política como jurídica y culturalmente, el trabajo infantil es inaceptable”, menciona David. “Esa ya se ganó. No quiere decir que ya erradicó… pero ya quedó establecida la marca social de que el trabajo infantil es negativo”.
El reconocimiento del valor del juego es un cambio histórico muy positivo
David Calderón, Save the Children
Para muchos mexicanos, trabajar durante su infancia y adolescencia fue parte normal de su vida, impidiéndoles jugar y aprender, además de poner en riesgo su integridad.
Algo semejante ocurre con el matrimonio infantil y los castigos corporales, que eran normalizados en México hace unas generaciones. Ya quedaron prohibidas en el país las uniones matrimoniales en menores de edad y el castigo corporal está tipificado como delito, con consecuencias jurídicas.
Esto no quiere decir que esos tipos de violencias y abusos contra los niños ya no existan, pero ahora hay instituciones que los enfrentan, los registran y miden.
El derecho al juego es el cuarto punto. “Niños y niñas tienen tarea que hacer… el juego se ve como una actividad válida en sí misma… el reconocimiento del valor del juego es un cambio histórico muy positivo”.
Un quinto cambio, señala David, es el cuidado de la salud mental. Las instituciones están poniendo atención en este aspecto en la vida de los niños para mejorar la educación y crianza en hogares, escuelas y vida pública. El reconocimiento de la neuro divergencia, por ejemplo, permite ajustar los procesos de aprendizaje, atendiendo las condiciones particulares de los niños.
Al comparar las infancias de ahora con las de hace 50 años, Fernando reconoce que la vida de la niñez ha sido transformada positivamente en México. Esas mismas adversidades de pobreza, falta de educación, problemas de salud y violencia, eran mucho peores hace unas décadas.
“La pobreza extrema podía afectar a casi 25% de los niños, tres veces más que ahora” afirma Fernando. “50 años atrás, la exclusión educativa a nivel secundaria y básica llegaba a casi al 70% de los niños, y también teníamos situaciones de violencia extrema que pasaban desapercibida en la sociedad”. Asimismo, la mortalidad infantil cayó a la quinta parte de lo que era en 1970, y la desnutrición, que sigue siendo muy alta, en esos años llegaba a un 60% de la población infantil mexicana.
Mirando hacia el siguiente sexenio, Fernando ve oportunidades enormes. Sostiene que es muy posible lograr que en México ningún niño muera de hambre, que la curva de la obesidad infantil (que ha crecido en 30 años) finalmente decrezca y hasta se vuelva negativa, así como expandir la cobertura de seguridad social hasta incorporar a todos los niños y adolescentes, y garantizar el acceso a la educación secundaria.
Fernando subraya la oportunidad y urgente necesidad de tipificar como delito el reclutamiento de niños y adolescentes al crimen organizado, que los usa de mensajeros, vigilantes, asesinos o explotación sexual. “Crear el delito es muy importante, porque no podemos permitir que el crimen organizado piense que reclutar niños es una ventaja… Los adultos que los recluten que paguen y paguen caro”.
David, por su parte, propone que haya una estrategia de seguridad que tome en cuenta a niños y niñas, que considere que uno de cada cuatro niños se siente inseguro camino a la escuela.
“Si actúas solo en términos militares, como se hizo en el pasado, se agrava la situación”, menciona David. “Se necesita un enfoque diferente que involucre crear alternativas productivas, ambientes más sanos… Eso debe estar en la escuela, en la calle, en la formación de todos los agentes del Estado. El policía, médico y maestro debe tener formación de cómo tratar a niñas y niños”.
Si en los siguientes seis años México no consigue erradicar estos males para las infancias, es posible reducirlos sustancialmente, o al menos eso creen.
México puede tener ciudadanos adultos saludables, productivos, responsables y felices, Fernando afirma que hay que darles y garantizarles mejor calidad de vida en sus primeros 18 años. Y sí se puede, porque a pesar de todo, llevamos 50 años haciéndolo.