“Lo que buscamos es empoderar a mujeres de bajos recursos para que puedan alcanzar ellas su máximo potencial, es decir, que puedan realmente generar un cambio no solo para ellas, sino también para sus familias, vemos a las familias como ese motor de cambio”, dice Carmen Correa, CEO de la organización.
Si logramos cambiar la vida de esa mujer, detrás de esa mujer hay una familia y una comunidad, logramos generar un cambio sistémico”.
En entrevista, explica que las mujeres en América Latina experimentan varias formas de violencia de género, tienen menos acceso al capital, mayormente caen en la pobreza y son más afectadas por las tareas del hogar no remuneradas, situación que se agravó con la pandemia.
Según informes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), las trabajadoras domésticas fueron las más afectadas por despidos sin seguro de desempleo y salarios bajos, la violencia de género aumentó entre 18% y 100% dependiendo del país de la región, y las mujeres dedican 1.7 veces más tiempo al trabajo de cuidados no remunerado que los hombres, representando este entre 15% y 25% de los PIB nacionales.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha señalado que las mujeres ocupan 15% de los cargos directivos en empresas, seis de cada 10 organizaciones no otorgan licencias de maternidad más largas que lo estipulado por la ley y 85% de ellas no analiza si existe o no una brecha salarial dentro de sus estructuras.
En México, estudios recientes del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) revelan que la participación laboral femenina es significativamente menor a la masculina (41% de mujeres frente a 73% de hombres). Además, las mujeres ganan 25.3% menos, en tanto que frente a candidatos de diferente sexo y con mismas cualificaciones, las empresas prefieren contratar varones, con base en el rol de las mujeres como cuidadoras de sus hijos y trabajadoras no remuneradas en el hogar.