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Entre selfies y empujones, así sembró AMLO el primer árbol para Centroamérica

En Tapachula, Chiapas, López Obrador fue 'apapachado' por su par de El Salvador, luego de comenzar el plan para apoyar a Centroamérica, pero también se encontró ante demandas de los maestros.
vie 21 junio 2019 10:30 AM
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El presidente de México Andrés Manuel López Obrador y su par de El Salvador Niyab Bukele sembraron dos árboles maderables en Tapachula, Chiapas, como símbolo del comienzo del plan para desarrollar América Central.

Enviado especial /Chiapas

Andrés Manuel López Obrador partió de Chiapas la tarde del jueves como llegó: apapachado.

Pero en el camino se encontró protestas y pasó de las selfies a sortear los empujones para abrirse paso entre quienes querían estrechar su mano o hacerle una petición.

El presidente de los vuelos comerciales, de las selfies y de los brincos al protocolo visitó Tapachula, municipio fronterizo con Guatemala —y el segundo con más personas en pobreza de la entidad—, para sembrar un árbol de caoba en un vivero militar junto con su homólogo, Niyab Bukele. Fue el símbolo del comienzo del Programa para el Desarrollo Integral de El Salvador, Guatemala y Honduras.

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Bukele, el joven presidente millennial de 37 años, y visita de honor de Obrador, no escatimó en resaltar a quien considera “un lujo de presidente.

“Yo sé que los mexicanos lo quieren mucho, pero quiero pedirles alguna cosa también, o exhortarlos a algo, ya sé que lo quieren mucho. ¿Cómo le dicen? ¡Algodoncito! Apóyenlo,”, dijo en su discurso el líder centroamericano.

El Salvador recibirá de México 30 millones de dólares sin ninguna condición y disponibles desde este jueves para plantar 50,000 hectáreas en su país de árboles frutales y maderables, para crear unos 20,000 empleos.

“(Recursos) sin condiciones políticas ni condiciones económicas ni condiciones financieras, porque somos pueblos hermanos", exclamó un hombre clave del gabinete presidencial: el canciller Marcelo Ebrard, quien acompañó a Obrador desde que partió de la Ciudad de México hasta que dejó Tapachula hacia las 18:30 horas, tras un día largo, una de esas jornadas de Obrador que comienzan desde la mañanera.

Las visitas de López Obrador no son cortas, mueven decenas de personas, saturan vuelos comerciales que usualmente no van a toda su capacidad, ocupan los hoteles, y los vuelos para regresar a la Ciudad de México se agotan, y el más próximo no es al siguiente día, sino hasta el que sigue.

El arranque de este programa, que fue presentado por el canciller mexicano como una luz para abordar la migración enfocada en las personas y en la causas de sus salidas, dejó dos árboles de caoba y varias escenas de un presidente que a poco más de seis meses de su sexenio despierta aplausos y consignas.

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De vuelo comercial a vuelo presidencial

José, un ingeniero que trabaja en la aduana de Tapachula, planeaba cambiarse a la ventanilla de su fila en el avión, como hace usualmente cuando le toca en medio, pues “ese vuelo no se llena”. Pero este jueves, para su sorpresa, el presidente López Obrador provocó que la aeronave se abarrotara.

De vuelo comercial pasó a vuelo presidencial.

“Es algo un poco emocionado venir con alguien así ,(...) no lo crees, no pensé correr con esa suerte, se podría decir”, dice José, quien antes pensaba que López Obrador iba a demorar cada vuelo que abordara.

El presidente fue de los últimos en abordar, pues previamente había dado su tradicional conferencia de prensa mañanera en un traje sobrio que cambió por una guayabera blanca con algunos bordados de colores.

“Guayaberaza, presidente”, le dijo un pasajero, y AMLO sonrío.

Antes del piropo, y con apenas unos pasos en el avión, una señora mayor le pidió una selfie y Obrador posó. Y después saludó al canciller Ebrard. "Jefe", dice Ebrard. El canciller viaja con sus brazos cruzados. Conversa con el hombre que va a su lado. Masca un chicle. También va con “guayaberaza”, pues en Tapachula el calor es de más de 30 grados y muy húmedo. El traje es para Nueva York donde un día antes presentó ante la ONU el programa para Centroamérica.

La foto del proyecto de pantalla de Ebrard es Ebrard. Le gustan las selfies, como aquella que se hizo viral cuando se la tomó rumbo a Washington con el encargo de frenar los aranceles contra México, lo cual se logró, justo con un pacto donde México se comprometió a frenar el flujo migratorio desde Centroamérica a Estados Unidos. Es el motivo por el que ahora viajan a Tapachula.

"Es un orgullo tenerlo con nosotros" dice el piloto. Al fondo aplauden.

José, el joven ingeniero, se sorprendió al ver salir al piloto de la cabina: “Nunca sale”, dice.

Obrador entra a la cabina y conversa con la tripulación, se toma su tiempo, tanto que todos los pasajeros ya han descendido y él aprovecha para pasar al baño, antes de pisar suelo chiapaneco, tierra de migrantes.

Unos migrantes que José ha visto en mayor número desde que comenzó a trabajar hace cinco meses en Chiapas, y también ir acompañados al menos por una ambulancia, muy de mañana para evitar a la migra mexicana.

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De la selfie a los empujones

López Obrador baja del avión: más selfies, saludos, sonrisas, presentaciones con invitados al evento.

Todo fluido y sin contratiempos hasta que la CNTE aparece. Ya en la sala de llegadas del aeropuerto internacional de Tapachula, administrado por ASUR, el camino de Obrador se llenó de empujones, gritos, cartulinas, caos.

“Exigimos el respeto a la bilateralidad”, dice una de las maestras a Expansión, mientras el equipo de seguridad abría paso al presidente.

Una de sus exigencias era la destitución de la secretaria de Educación de Chiapas, Rosa Aidé Domínguez Ochoa.

Es un momento tenso. El equipo de seguridad de Obrador contiene a los maestros de la CNTE, que tenían como estrategia tomarse de los brazos para rodear y cercar al presidente y con eso hacerse escuchar.

Ya en su auto, AMLO saluda, escucha y recibe un sobre con peticiones. Los migrantes también le pedían que agilizara la entrega de visas humanitarias, reclamo que se extendió al canciller Ebrard.

La puerta negra se cierra, la de su auto, sin tres candados ni remachada. Parte. Los maestros se quedan a explicar sus demandas a quien quiera escucharlos.

La larga, larga, larga espera

“Voy a ser breve porque ustedes ya esperaron mucho”, dijo Ebrard al tomar la palabra en el anuncio público del programa Sembrando Vida.

Y es que la ceremonia comenzó casi dos horas después de la cita pactada. De las 14 horas pasó hacia las 15:45.

El presidente salvadoreño dio la razón de la demora: el presidente López Obrador hizo tres paradas en el trayecto para atender las peticiones de la gente que encontraba a su paso. “Por eso nos tardamos un poquito más”, dijo Bukele. “Este es un hombre que de verdad quiere lo mejor para México está trabajando y su único interés es dejar un legado para México", añadió.

En esas dos horas de espera pasó de todo: reparto de minibotellas de agua, los fotógrafos de la fuente presidencial se enojaron porque el camarógrafo de Presidencia se puso justo enfrente de ellos y amenazaron con acusarlo con Obrador; y hasta un vendedor de cacahuates y botas fue solicitado por las multitudes.

Todo a ritmo del jarabe tapatío, el son de la negra, Guadalajara, Guadalajara, e incluso un 'All by myself' instrumental, de Celine Dion.

Entre los asistentes de las primeras filas estaban la senadora Beatriz Paredes, el embajador de España en México, Juan López-Dóriga, y directivos de medios de comunicación. A todos Ebrard les dio las gracias por escuchar el mensaje: “Aquí está una vela que se prende hoy, que va a iluminar todo el mundo", comentó, al referirse a este programa de desarrollo basado en las recomendaciones de la CEPAL.

Ebrard dijo que nunca en la historia de la relación bilateral con El Salvador había existido un acuerdo de tal magnitud con inversión directa.

Y si Ebrard se puso poético con la vela, López Obrador citó la Biblia. "Tiene que ver con el cristianismo religioso y el humanismo laico de todas las iglesias. Está escrito en la Biblia: se dice que hay que tratar bien al forastero. Eso es no maltratar al que pasa por nuestra tierra en busca de mejores condiciones de vida", dijo, y arrancó algunos aplausos de entre los asistentes, entre los que había inmigrantes centroamericanos que llegaron en camiones coordinados por las autoridades.

Algunos venían de Honduras, llevan hasta dos meses en Chiapas y vieron con buenos ojos los anuncios de este jueves, aunque ahora no saben bien qué paso darán.

Estos migrantes forman parte de un plan piloto en el que se les darán alrededor de 170 pesos diarios a cambio de que hagan alguna actividad, desde barrer calles hasta poner en práctica el oficio que sepan hacer, mientras se resuelve su estado migratorio.

Dos arbolitos

El pacto entre El Salvador y México echó raíces: los presidente de ambas naciones sembraron dos árboles de caoba en el vivero militar.

Cada uno tomó su planta y la colocó en el hueco cavado en la tierra.

AMLO dijo que Sembrando vida se extenderá a otros estados del sureste y se invertirán 100 mdp en total.

Tras la foto final, la tierra se arremolinó y los autos oficiales pasaron a recoger a los invitados. Pero a AMLO lo interceptaron las selfies y de nuevo los maestros: ahora unos profesores estatales que pedían la intervención del presidente, pues el gobierno del estado les debe salarios.

Los pequeños árboles, que no alcanzan ni medio metro de altura, quedaron como testigos mudos de lo que este jueves se firmó en México, un intento por desarrollar Centroamérica y con ello evitar la migración forzada por falta de empleo o por la inseguridad (y los aranceles con los que Trump amenaza si México no impide el paso de migrantes).

Quedan en el lugar dos árboles de caoba que, cuando alcancen su altura máxima, en unos 25 años, a decir de algunos, presenciarán si, en efecto, se logró que la migración sea por voluntad y no forzada como ahora, si la vela que se prendió corrió su llama por todos los países del mundo donde hay migrantes.

López Obrador, dicen los taxistas del lugar, fue a un restaurante de mariscos cercano a comer. Y hacia las las 18:30 horas el presidente llegó al Aeropuerto de Tapachula, ya sin tumultos. Ahora solo atendió a una mujer que le regaló un bote decorado, y partió.

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