Entre el machismo y el movimiento feminista
Los espacios 'incel' actúan como "caja de resonancia" con mensajes que normalizan la misoginia y el machismo, señala Iván Salazar, profesor de la maestría en Psicología Clínica por la Universidad Iberoamericana.
“La violencia digital no solo se queda en la nube, sino que también circula o transita por los espacios físicos”, dice a Expansión Política.
Un riesgo ante el ataque en CCH Sur es ver lo ocurrido como un problema de un solo joven, cuando se trata de un síntoma de cara a los discursos radicales que se alimentan en las comunidades 'incel', considera Salazar.
“El reto es no individualizarlo y entenderlo como una expresión de una crisis estructural donde muchos jóvenes están intentando regresar a estos discursos y esta falsa promesa de recuperar eso que llamamos 'masculinidad tradicional'”, señala el especialista de la Ibero.
Salazar ve necesario considerar el contexto que enfrentan los hombres jóvenes en un aspecto económico y social, donde cada vez les es más difícil acceder a oportunidades y crear un proyecto de vida, no solo el estado emocional y mental del individuo.
La radicalización de los discursos 'incel', cargados de violencia contra las mujeres, es también una reacción al avance de los movimientos feministas y la lucha por los derechos de las mujeres en especial en los últimos 15 años, apunta Silvia Soler, directora interina del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir (ILSB).
“Un componente principal es el resentimiento machista hacia lo que perciben como mujeres o feminidades fuertes, con demasiados derechos según ellos, lo que les transforma a subjetividades violentas que pueden ser desde discursos en foros hasta expresiones cotidianas de violencias como lastimosamente vimos en CCH Sur”, comparte en entrevista.
Para Soler, adolescentes y jóvenes son especialmente vulnerables ante este tipo de discursos en donde se manejan expectativas de la masculinidad hegemónica, caracterizada por éxito sexual y económico, atractivo físico y dominio social.
“Tenemos que generar modelos alternativos de masculinidad, que un joven no sienta que porque a los 17 años no ha tenido una experiencia sexo afectiva es ya una frustración insalvable en su proyecto de vida. Hay que habitar masculinidades que pueden fracasar, que pueden ser cuidadoras, que pueden ser vulnerables, expresar sus emociones y que se sientan interpeladas y preocupadas por otros y otras”, sostiene.