El norte de México está en riesgo de mayor sequía ante presión de EU por el agua
El reclamo de EU para que México le entregue el agua del Río Bravo que adeuda se basa en un tratado obsoleto, que no contempla los impactos del cambio climático, señala experto.
El Tratado de Aguas entre México y Estados Unidos es considerado como obsoleto porque no toma en cuenta el cambio climático.(Foto: Guillermo Arias/AFP)
México y Estados Unidos han abierto un nuevo frente, ahora por el agua que comparten sus fronteras. El gobierno del presidente Donald Trump exige el pago de miles de metros cúbicos de afluentes del Río Bravo que México no ha podido entregar por las sequías que afectan su territorio.
Como medida de presión, el país norteamericano negó por primera vez la entrega de agua del Río Colorado a Tijuana, Baja California, hasta que México se ponga al corriente con su parte del líquido.
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La presidenta Claudia Sheinbaum declaró que su administración cumplirá con las cuotas de agua, establecidas en el tratado de 1944, firmado entre ambos países. Sin embargo, especialistas en la materia lo ven muy difícil porque las presas tienen bajos niveles de agua.
En noviembre de 2024, el Gobierno mexicano propuso utilizar otros afluentes no incluidos en el convenio de aguas original, para cumplir su responsabilidad, lo que aumentará la sequía en los estados del norte.
Uno de los cientos de canales de irrigación que distribuyen el flujo del río Colorado se muestra en el Valle de Mexicali, estado de Baja California, México, el 4 de abril de 2025.(Foto: Guillermo Arias/AFP )
El problema por el agua entre las dos naciones se da en medio de un contexto político y económico complejo, provocado por las continuas amenazas de Trump de imponer más aranceles a México. También sucede mientras México se enfrenta a sequías más extensas y prolongadas sin políticas nacionales de uso sustentable de agua y recarga de acuíferos.
La solución a la crisis hídrica binacional es actualizar aquel tratado, obsoleto ya porque no considera los impactos del cambio climático y la caída en la disponibilidad del agua, explica Federico Mancera, profesor investigador del CIDE y consultor en temas de agua y sociedad.
La deuda hídrica
El Tratado de Aguas de 1944 establece la gestión del agua de los ríos Colorado y Bravo. Cada cinco años, México debe enviar a Estados Unidos 2,158 millones de metros cúbicos y ese país entrega 4,317 millones del Río Bravo. Adicionalmente, el vecino norteamericano envía a México 1,850 millones del Río Colorado.
El actual ciclo inició en 2020 y concluye en octubre de este año. No obstante, hasta el 29 de marzo, México había entregado 611 millones de metros cúbicos de agua, apenas 28%.
Por esta razón, el Senado de Texas urgió al gobierno de Trump que exija a México el cumplimiento del tratado de aguas. El legislativo del estado aseguró que la deuda hídrica ha generado afectaciones económicas en la industria agrícola del Valle del Río Bravo.
Cuando se registran sequías, el tratado permite a México cubrir su deuda en un siguiente ciclo quinquenal, pero los senadores de Texas insisten en cobrar el agua y hasta en imponer sanciones al país, por lo que el experto considera que esta situación no es solo un tema hídrico sino también político.
México no ha entregado las cuotas correspondientes por la sequía y escasez de lluvia. El líquido que se entrega a Estados Unidos procede principalmente de seis afluentes mexicanos del río Bravo. Pero las presas internacionales que comparten los dos países tienen bajos niveles.
En Coahuila, la presa La Amistad registraba un lleno de 21% hasta el 7 de abril pasado, y en Tamaulipas, la presa Falcón alcanzaba 13.7%.
El cumplimiento del tratado ya ha generado otros conflictos. En 2020, agricultores de Chihuahua tomaron la presa La Boquilla para evitar que el gobierno la utilice para abastecer a Estados Unidos. El enfrentamiento entre los manifestantes y la Guardia Nacional dejó un muerto.
Sequía en el norte
Ante tal emergencia, hace cinco meses el gobierno mexicano propuso utilizar otros afluentes no incluidos en el convenio de aguas original, para cumplir su responsabilidad.
Se trata del líquido de los ríos San Juan, de Nuevo León, y Álamo, en Tamaulipas.
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Sin embargo, los gobiernos de esas entidades federativas han advertido que utilizar el agua de sus presas agudizará las sequías en sus territorios.
En Tamaulipas, la presa Marte R. Gómez tiene un nivel actual de 97.6%, y la presa El Cuchillo, en Nuevo León, de 94.5%. Ambas reciben agua de los ríos antes mencionados. Pero los gobiernos estatales sostienen que esa agua ya está comprometida.
Uno de los cientos de canales de irrigación que distribuyen el flujo del río Colorado se muestra en el Valle de Mexicali, estado de Baja California, México, el 4 de abril de 2025.(Foto: Guillermo Arias/AFP )
Al 31 de marzo, 42.8% del territorio mexicano registraba sequía de moderada a excepcional. Pero 80% de la región noroeste y 38% de la zona del Río Bravo sufren sequía extrema.
“Tamaulipas y Nuevo León, los últimos años, tienen una crisis hídrica. ¿Qué hicieron? Poner presas. Las presas van a acumular agua de escurrimientos, pero si no capturas agua para los subsuelos, tampoco vas a tener agua para la gente”, señala el investigador.
El norte de México está en verdadera crisis"
Federico Mancera, profesor investigador del CIDE y consultor en temas de agua y sociedad.
La Secretaría de Recursos Hidráulicos de Tamaulipas señaló durante un foro que a la "sequía extraordinaria" se suma un exceso de concesiones hídricas para uso agrícola e industrial del lado mexicano de la cuenca, la cual "se sobreexplotó".
Un tratado antiguo
El tratado de 1944 se firmó en tiempos de guerra y en una época excepcional: un año antes se registró un periodo de abundancia pluvial en Chihuahua, detalla el académico.
Dice que tenía intereses políticos, económicos y comerciales, favorables en ese entonces para la modernización agrícola, la producción de alimentos a gran escala y de energía eléctrica a través de la concentración del agua en presas.
Pero la realidad es que el tratado gestiona el agua de ecosistemas desérticos, que no producen la cantidad suficiente y enfrentan constantes sequías. En el caso de los ríos Colorado y Conchos, sus aguas provienen del escurrimiento de montañas y sierras, actualmente afectadas por la deforestación, fenómeno que altera el ciclo del agua.
“Cuando se firmó el tratado había abundancia, pero obviamente después vinieron periodos de sequía y estas sequías cada vez se hacen más prolongadas”, indica. “Así que cualquier intención de pagar agua no va a ser posible teniendo cambio climático, sequías”, advierte.
Sin embargo, ve difícil negociar este convenio con Donald Trump, el presidente estadounidense que ha negado la existencia del cambio climático.
El académico subraya que, sin una actualización del tratado, que nació con una visión económica, sin consideraciones ambientales y ecológicas, los conflictos por el agua continuarán.
“La visión fue esencialmente económica e hídrica, pero hoy este tratado no puede visualizarse así nada más”, remarca.
El Tratado de aguas deberíamos repensarlo en términos de cancelar y hacer otro en función de las condiciones actuales”
Federico Mancera, profesor investigador del CIDE y consultor en temas de agua y sociedad.
Sobre todo, porque Estados Unidos también enfrenta sequías y, aunque mantiene en mejor estado de conservación sus cuencas en comparación con México, los incendios recientes en bosques las han impactado.
Un nuevo tratado de aguas podría incluir medidas de restauración, sobre todo en la Sierra Tarahumara, la principal fuente de abasto de agua en la región que hoy enfrenta sequías por la deforestación.
“Nunca como ahora se va a entender perfectamente que el cambio climático es real, porque no se había percibido de tal forma hasta estos años”, dice Mancera.