Para lograr este hito en la conservación de especies amenazadas, Catalina y Juan han vivido en casa de campaña, alejados de su familia y hasta sin acceso a servicios básicos como agua potable.
"Fue bastante difícil, empezando por dejar a mi hija que ya iba a cumplir los 15 años, pero fue ella quien me inspiró. Ella me dijo: ‘Ma, estas son oportunidades que no se repiten’”, agrega.
El biólogo atrapa a los cóndores en la naturaleza para tomar las muestras de sangre y tejidos, colocarles el GPS y cuidarlos. Todo lo hace mientras los padres no están en el nido y le ha costado picotazos.
“Un día bajé, yo estaba queriendo agarrar al polluelo y de repente siento un aletazo y llega el papá. Yo estoy adentro de la cueva, volteo, entra enojadísimo y me pica en la nalga, rompe el pantalón, casi me corta la piel”, recuerda.
Pero todo ha valido la pena. Saben que reintroducir una especie en peligro de extinción es una tarea descomunal. También sabe que su programa es uno de los más exitosos del mundo.
“Es muy fácil extinguir una especie y es muy complicado volverla a reintegrar al medio silvestre. Yo no lo voy a ver terminado este programa. O sea, estos animales viven de 60 a 70 años y ponen un huevo cada dos años, pero, en los 21 años que ya tengo en la sierra, ya me di cuenta que sí se puede, que ya lo logramos”, dice Juan.
Y por eso continúa trabajando. Incluso después de que concluyera el convenio con Estados Unidos y este país retirara el financiamiento.
“Cuando me contrataron me preguntaron: "¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?". Les dije: "Yo vengo a establecer una población de cóndores de California. O sea, no vengo a intentarlo, lo vengo a hacer".
Juan Vargas Velazco, también encargado del Programa de Reintroducción del Cóndor Californiano.
Palabra cumplida: hoy se tiene la segunda generación de cóndores nacidos libres en San Pedro Mártir.