Menos jóvenes con empleo formal, pese al programa Jóvenes Construyendo el Futuro
En 5 años se han invertido 91,000 millones de pesos en este programa social que no ha logrado que los jóvenes tengan empleos dignos. Ahora hay 3% menos jóvenes con puestos registrados ante el IMSS.
Es conocida la frase “juventud, divino tesoro” con la que el poeta Rubén Darío describe y añora esta época de la vida, pues se cree que es "un periodo lleno de oportunidades”, como refiere el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Pero en México hace años que ser joven significa lo contrario.
Aquí, la población de 15 a 29 años registra la mayor tasa de desempleo. Si trabaja, percibe los salarios más precarios y accede menos a servicios de salud o a la seguridad social. La juventud es, además, el blanco de los grupos criminales.
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Ninguna política gubernamental ha logrado revertir las desigualdades que viven los menores de 30 años, ni el programa social Jóvenes Construyendo el Futuro, lanzado en 2019 para “impulsar las oportunidades laborales” de la juventud que no trabaja ni estudia. Sin embargo, no ha logrado que más jóvenes consigan un trabajo digno.
La organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza lo documenta en el reporte Ir a la raíz de la pobreza: en diciembre de 2018 había 3.2 millones de jóvenes registrados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en un puesto de trabajo formal. Para julio de 2023, la cifra disminuyó a poco más de 3 millones. Es decir que, en casi cinco años, 152 mil jóvenes salieron del empleo formal.
Cuando arrancó este programa social, uno de los más importantes del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, se identificó un total de 5.7 millones de jóvenes fuera de la escuela y sin trabajo, los cuales constituían la población potencial del programa.
De 2019 a marzo de 2023, 2.7 millones de estos jóvenes habían recibido el apoyo, según informó la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, dependencia a cargo de la iniciativa. Los beneficiarios de 18 a 29 años han recibido transferencias monetarias, que pasaron de 3,600 pesos mensuales a 6,310. El requisito es que participen durante un año en una de las empresas registradas en el programa, a cambio del dinero y de seguro social.
Un estudio oficial de la Secretaría del Trabajo, titulado El efecto del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, concluye que seis de cada 10 que participan en el programa encuentran trabajo.
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A decir de Rogelio Gómez, coordinador de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, con esos resultados tendría que notarse un aumento en el número de jóvenes con trabajos formales. Sin embargo, los datos disponibles sobre empleo, tanto del IMSS como del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), muestran una realidad diferente.
En 2018, el grupo de 15 a 29 años representaba 33% del total de los trabajos formales registrados en el IMSS. Cinco años después, en 2023, esta proporción bajó a 30%.
Al analizar los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), del Inegi, Gómez apunta que sí se nota que 400,000 jóvenes más tienen un empleo formal, pero es una cifra lejana a lo esperado.
“Si, como dice el anuncio oficial, seis de cada 10 jóvenes que participan en el programa encuentran trabajo y 2.7 millones han participado, tendríamos que ver un efecto de alrededor de 1,600,000 jóvenes trabajando”, calcula.
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Pese a que en cinco años se han invertido 91,000 millones de pesos en Jóvenes Construyendo el Futuro, como reportó la Secretaría del Trabajo, no hay certeza del impacto positivo en el empleo formal de este programa.
“Yo no puedo decir que (los beneficiarios) no entraron a trabajar, porque no hay cómo. Lo que sí puedo decir es que no veo que sea mayor el incremento en participación laboral de jóvenes del que había antes y hay cero más jóvenes en trabajos formales que los que ya había en el inicio del sexenio”, explica Gómez.
Puntos débiles
Con Jóvenes Construyendo el Futuro, este gobierno implementó una política pública para esta población que era necesaria, reconoce Gómez. Pero fallas en el diseño del programa lo han desviado de sus objetivos. Dos puntos son los más graves: un laxo registro de los centros de trabajo y, como sucede con otros programas sociales, no llega a quienes más lo necesitan.
A los centros laborales no se les pidió RFC y, como documentó una investigación periodística de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), en el programa hay personas físicas registradas como empresas, tiendas de abarrotes, negocios informales y hasta funcionarios públicos.
“No quiero minimizar ningún tipo de trabajo, pero si lo que quieres es resolver la empleabilidad de jóvenes, me parece que eso no añade mucho. Entonces, la probabilidad de que la mayoría de esos jóvenes no estén yendo a un centro de trabajo y que, sobre todo, no estén aprendiendo nada, es altísima”, indica.
Por otra parte, agrega Gómez, 65% de los beneficiarios tienen estudios universitarios y mejores condiciones de vida. No significa que ellos no requieran el apoyo, pero esto demuestra que los jóvenes de contextos más adversos y con rezago educativo acceden menos al programa. El problema es que son ellos quienes enfrentan más barreras para conseguir un empleo digno.
De acuerdo con el informe de Acción Ciudadana, existen 7 millones de personas de 12 a 24 años con rezago educativo. De ellas, 3 millones se ubican en los cuatro primeros deciles con menos ingresos y 91% son mujeres. Estos jóvenes pobres tienen cuatro veces más probabilidades de rezago educativo. Sin educación, las oportunidades laborales dignas son escasas para ellos y no es suficiente con un apoyo económico, señala el experto.
“Este sector que llamamos jóvenes sin oportunidades, que la mayoríason mujeres, requería ser visto y requería una política pública. Entonces, por primera vez apareció, pero se concentró en transferencias monetarias y lo demás no importó”.