"Pensamos que lo iban a ayudar con lo del alcoholismo y lo dejaron peor, ahora lidia todos los días con dos adicciones", lamenta su madre, quien ha preferido mantener el anonimato.
Igual que Alberto, cientos de personas que se atienden en el sistema de salud mental son sometidas a internamientos y tratamientos involuntarios, lo cual no solo empeora su situación, sino que viola sus derechos humanos, tal como han documentado organizaciones nacionales e internacionales.
En el otro extremo están aquellas personas con síntomas de ansiedad, depresión o estrés que se quedan fuera del sistema de salud mental público, pues este se enfoca principalmente en la atención psiquiátrica y de adicciones, lo cual, en la mayoría de los casos, también agrava sus padecimientos.
"La atención a la salud mental ha estado centrada particularmente en los hospitales psiquiátricos, y toda la evidencia que se ha recogido es que los hospitales psiquiátricos y el tipo de atención que ofrecen está lejos de encaminar hacia la recuperación de las personas", dice en entrevista Diana Sheinbaum, coordinadora del Programa de Discapacidad y Justicia de la organización civil Documenta.
En abril de este año, la Ley General de Salud se reformó y, por primera vez en la historia del país, se dejó de lado a los psiquiátricos para reconocer que la atención a la salud mental debe ser universal y apegada a los derechos humanos. Con esta nueva ley se busca prohibir los internamientos forzados y dar pie al fortalecimiento de los centros de salud para que cualquier persona pueda ser atendida, por ejemplo, por síntomas de ansiedad.
"La ley que existía hasta el momento era una ley profundamente violatoria a los derechos humanos, en la que se permitían no solo los internamientos involuntarios, sino también los tratamientos involuntarios, en la que las personas usuarias no tenían la capacidad de decidir; además de que se plantea ampliar el acceso a los servicios de salud mental para toda la población", explica Sheinbaum.