Destacas tres cambios clave: cambiar la legislación laboral, hacer que haya más competencia y una reforma fiscal. ¿Por cuál proceso habría que empezar?
Creo que en el ideal caminarían a la par y con urgencia porque es lo que necesitamos, pero si tuviéramos que empezar por un lugar, creo que deberíamos empezar por la política fiscal, porque nuestro país es un paraíso fiscal disfrazado que recauda menos impuestos que las Bahamas y eso impide que podamos tener políticas más ambiciosas. Nuestros gobiernos se han obsesionado con las transferencias en efectivo de pequeñas cantidades, y si bien estas transferencias que se llevan a cabo desde hace más de 20 años han ayudado a la gente, la realidad es que no han convertido a México en un país de clases medias.
Lo que necesitas para eso son dos cosas: mejores trabajos y que las empresas crezcan, y eso no se logra con transferencias en efectivo. Necesitamos más recursos para poder tener un Estado más ambicioso, más sólido y con políticas públicas más innovadoras. No es normal es un clamor por hacer un Estado distinto, un Estado menos mínimo que el que tenemos, pero también un Estado más estratégico, enfocado en mejorar la calidad de vida de las personas, no en hacer crecer el PIB.
Lo que planteas implica desafiar a las élites. ¿Ves en este gobierno voluntad política para hacerlo?
En algunos aspectos sí y me entusiasma. Lo veo con políticas como el outsourcing, el aumento del salario mínimo a pesar de la pandemia, el cobrar impuestos a los deudores de las grandes empresas, en el empuje que hubo a la reforma laboral, que es imperfecta pero es mejor a la que teníamos, en la permisividad a la organización de nuevos sindicatos, en que se ha permitido que el Tratado de Libre Comercio avance en temas laborales. Yo sí veo en este gobierno a un gobierno más invertido en nivelar el terreno de juego de lo que veía con Peña Nieto o Calderón. El problema es que no es suficiente, es un cambio todavía marginal y en muchas ocasiones, lamentablemente, es un cambio narrativo solamente y eso me preocupa mucho. Me preocupa también que es un cambio que a veces peca de falta de imaginación.
Las mejores mentes de este país deberían abocarse al diseño de políticas que favorecieran a la clase media y a los de abajo, y eso requeriría hacer políticas nuevas, innovadoras, y lo que tenemos es otra cosa: políticas muy similares a las de hace 50 años”.
Ahora que llegamos a los primeros tres años de este gobierno, ¿qué cambios esperarías ver en los tres años que le restan?
Yo diría tres cosas. Una es una reforma fiscal radicalmente progresiva, en donde los que más tienen paguen su justa parte. Hoy no lo hacen. Las clases medias pagan proporcionalmente más impuestos que los billonarios. Dos, necesitamos una reingeniería institucional profunda, para que en cada aspecto regulatorio se promueva la competencia y la erradicación de cotos de poder. Se haría desde la Cofece pero también desde cada institución. Y tercero, yo quisiera una política que ayudara a nuestros microempresarios a crecer.
A veces no nos damos cuenta pero México es un país de microempresarios. En México, muchísima gente trabaja para sí misma o abre sus negocitos, muchos en la informalidad. Te corren de un trabajo cuando ya no eres tan joven y abres tu propio negocio. Es el camino tradicional de una persona en México, y necesitamos capacitarlas, impulsarlas, porque el ambiente de negocios en México es muy difícil y no estamos empoderando a nuestra gente para que sea más exitosa en sus emprendimientos.