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Viri Ríos: “Nuestras reglas hacen que tengamos un país de semipobres y pobres”

La académica urge a “desnormalizar las injusticias” que afectan a México. En su libro 'No es normal’, plantea cambios como una reforma que haga que el país deje de ser “un paraíso fiscal disfrazado”.
dom 12 diciembre 2021 07:00 AM
Viri Ríos
Viri Ríos es doctora en Gobierno por la Universidad de Harvard. Ha sido profesora visitante en esa institución y en la Universidad de Purdue.

México tiene un gran potencial, pero sus reglas en campos como la política fiscal, la legislación laboral o la competencia económica lo mantienen como “un país de semipobres y pobres”, advierte la académica y analista Viri Ríos.

Doctora en Gobierno por la Universidad de Harvard, Ríos analiza el problema en su libro No es normal —publicado este año por la editorial Grijalbo—, en el que exhibe cómo las leyes vigentes en la nación están diseñadas para fomentar la desigualdad y favorecer a los estratos sociales más altos, lo que deja a millones de personas en una situación de precariedad.

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Ríos urge a dejar de normalizar ese estado de cosas y a cambiar las normas y las políticas públicas. Con ese fin, ha buscado a legisladores de diferentes partidos políticos para reunirse con ellos y exponerles sus planteamientos, de manera que eventualmente puedan abrazarlos y convertirlos en iniciativas de reforma.

“Son reglas que nosotros mismos fijamos, no es algo cultural, no es ‘aquí nos tocó vivir’, es el juego y se puede cambiar”, dice en entrevista.

A su juicio, uno de los objetivos hacia los que México debe caminar es facilitar que más personas transiten a la clase media, pues esto les permitiría tener más ingresos y mejorar su calidad de vida en vez de únicamente vivir al día.

México es un país de semipobres y pobres. El 53% de la población vive en pobreza, con un ingreso menor a 3,500 pesos al mes, y otro buen porcentaje vive en situación de vulnerabilidad mientras la clase media es enormemente estrecha”.

Al tiempo que esta administración federal llega a su tercer año y se acerca el cierre de 2021, Ríos habla de las desigualdades que afectan a México, de los cambios que considera más urgentes y de la necesidad de tener un Estado “más sólido y con políticas públicas más innovadoras”.

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¿Tuviste algún “momento eureka” que te llevara a darte cuenta de todas estas desigualdades de las que hablas en el libro?
No. Creo que nos han engañado y nos han hecho entretener la idea de que la ciencia social o cualquier ciencia se hace a partir de “momentos eureka”, pero en realidad la gravedad no se descubrió cuando cayó una manzana. La ciencia se construye con puro trabajo duro y largas jornadas, y eso es No es normal. Es resultado de 15 años en los que he estudiado al país, de ver las diferencias que existen entre la Mérida de Paseo Montejo y la Mérida de Emiliano Zapata, las diferencias entre el Cerro de la Campana y San Pedro Garza García, lo distinto que es vivir en Ecatepec o vivir en Las Lomas, y creo que la desnormalización de las injusticias es el primer paso para una transformación. En mi camino como académica se fueron develando esas normalizaciones, que yo misma había normalizado en algún momento, así que no hubo “eureka”. Hubo mucho trabajo.

¿A qué atribuyes que tengamos tan normalizadas esas desigualdades, como que alguien trabaje toda su vida y no pueda comprar una casa?
Yo diría que es un mecanismo de supervivencia, porque la realidad de este país es muy dura y darnos cuenta de que no estamos cumpliendo nuestro verdadero potencial porque las reglas del juego están mal hechas, porque tenemos mala legislación sindical, laboral, de competencia, etcétera, es mucho más duro que pretender que es normal y que el problema es un político. Muchos hemos entretenido la idea de que el gran problema es que nos gobierna Calderón, Peña Nieto o López Obrador, pero lo que No es normal muestra es que este país ha sido gobernado por todos los colores e ideologías y no ha llevado a cabo el cambio sistémico que necesitamos. Entonces, es también una verdad en cierto sentido un poco más desoladora, porque no tiene una respuesta tan sencilla como cambiar de partido, pero tampoco la clasificaría como completamente desoladora. De hecho, tiene un dejo de optimismo porque nos hace notar que se puede cambiar. Son reglas que nosotros mismos fijamos, no es algo cultural, no es “aquí nos tocó vivir”, es el juego y se puede cambiar.

Mencionas que no es lo mismo combatir la pobreza que fomentar que haya más clase media. ¿Cuál es la diferencia?
Nuestros gobiernos se han obsesionado con reducir la pobreza, lo cual es bueno, loable y necesario, pero no es suficiente. Necesitamos que nuestros gobiernos se obsesionen con la creación de clase media, porque no es lo mismo salir de pobre que ser clase media. De hecho, México ha sido experto en las últimas décadas en engrosar un estrato de ingreso que se llama “vulnerabilidad”, en donde no eres pobre porque te alcanza para alimentarte y cubrir aspectos básicos de tu vida, pero tampoco te puedes considerar un estrato medio porque apenas te alcanza para acabar la quincena, si te enfermas o alguien de tu familia se enferma inmediatamente caes en pobreza, o si pierdes tu trabajo, siquiera por unos meses, caes en pobreza también. Entonces, México es un país de semipobres y pobres. El 53% de la población vive en pobreza, con un ingreso menor a 3,500 pesos, y otro buen porcentaje vive en situación de vulnerabilidad mientras la clase media es enormemente estrecha.

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Destacas tres cambios clave: cambiar la legislación laboral, hacer que haya más competencia y una reforma fiscal. ¿Por cuál proceso habría que empezar?
Creo que en el ideal caminarían a la par y con urgencia porque es lo que necesitamos, pero si tuviéramos que empezar por un lugar, creo que deberíamos empezar por la política fiscal, porque nuestro país es un paraíso fiscal disfrazado que recauda menos impuestos que las Bahamas y eso impide que podamos tener políticas más ambiciosas. Nuestros gobiernos se han obsesionado con las transferencias en efectivo de pequeñas cantidades, y si bien estas transferencias que se llevan a cabo desde hace más de 20 años han ayudado a la gente, la realidad es que no han convertido a México en un país de clases medias.

Lo que necesitas para eso son dos cosas: mejores trabajos y que las empresas crezcan, y eso no se logra con transferencias en efectivo. Necesitamos más recursos para poder tener un Estado más ambicioso, más sólido y con políticas públicas más innovadoras. No es normal es un clamor por hacer un Estado distinto, un Estado menos mínimo que el que tenemos, pero también un Estado más estratégico, enfocado en mejorar la calidad de vida de las personas, no en hacer crecer el PIB.

Lo que planteas implica desafiar a las élites. ¿Ves en este gobierno voluntad política para hacerlo?
En algunos aspectos sí y me entusiasma. Lo veo con políticas como el outsourcing, el aumento del salario mínimo a pesar de la pandemia, el cobrar impuestos a los deudores de las grandes empresas, en el empuje que hubo a la reforma laboral, que es imperfecta pero es mejor a la que teníamos, en la permisividad a la organización de nuevos sindicatos, en que se ha permitido que el Tratado de Libre Comercio avance en temas laborales. Yo sí veo en este gobierno a un gobierno más invertido en nivelar el terreno de juego de lo que veía con Peña Nieto o Calderón. El problema es que no es suficiente, es un cambio todavía marginal y en muchas ocasiones, lamentablemente, es un cambio narrativo solamente y eso me preocupa mucho. Me preocupa también que es un cambio que a veces peca de falta de imaginación.

Las mejores mentes de este país deberían abocarse al diseño de políticas que favorecieran a la clase media y a los de abajo, y eso requeriría hacer políticas nuevas, innovadoras, y lo que tenemos es otra cosa: políticas muy similares a las de hace 50 años”.

Ahora que llegamos a los primeros tres años de este gobierno, ¿qué cambios esperarías ver en los tres años que le restan?
Yo diría tres cosas. Una es una reforma fiscal radicalmente progresiva, en donde los que más tienen paguen su justa parte. Hoy no lo hacen. Las clases medias pagan proporcionalmente más impuestos que los billonarios. Dos, necesitamos una reingeniería institucional profunda, para que en cada aspecto regulatorio se promueva la competencia y la erradicación de cotos de poder. Se haría desde la Cofece pero también desde cada institución. Y tercero, yo quisiera una política que ayudara a nuestros microempresarios a crecer.

A veces no nos damos cuenta pero México es un país de microempresarios. En México, muchísima gente trabaja para sí misma o abre sus negocitos, muchos en la informalidad. Te corren de un trabajo cuando ya no eres tan joven y abres tu propio negocio. Es el camino tradicional de una persona en México, y necesitamos capacitarlas, impulsarlas, porque el ambiente de negocios en México es muy difícil y no estamos empoderando a nuestra gente para que sea más exitosa en sus emprendimientos.

¿Cómo te ha ido con los partidos con los que te has reunido?
Dulce y agridulce, porque creo que hay ciertas agendas para las cuales los partidos son afines. Ningún partido quiere pobreza o desigualdad extrema, ni siquiera el PAN, pero cuando empieza a haber diferencias es cuando hablamos de lo que va a tomar llegar a esos equilibrios más virtuosos para este país, y lo que va a tomar es que las formas en las cuales se han tomado las decisiones en los congresos cambien y que los intereses que han sido más representados en este país, los de las élites, los de las personas con dinero y las grandes empresas, pierdan representatividad para que se abra espacio a nuevas voces.

Con el PAN, creo que les gustó el tema de la competencia, pero cuando llegamos al tema de que para que haya competencia y los pequeños negocios crezcan se necesita regular mejor a la banca, ahí ya se empezaron a poner más tensos. Uno de los legisladores, que su negocio es tener microfinancieras, como que trataba de convencerme de que en realidad no se necesitaba una legislación más inteligente, sino que ellos le hacían un favor a la gente prestándole a tasas de usura. Y yo le dije honestamente: “Bueno, senador, gracias, pero en mi mundo ideal todos sus negocios quebrarían y tendríamos una verdadera banca de desarrollo”. Entonces, ya no saben qué contestarte, se abren debates interesantes, y creo que otra de las lecciones ha sido que a veces algunos seguidores de los partidos son más radicales que el partido mismo.

¿Y con Morena?
Probablemente vaya a haber más receptividad ahí por una cuestión ideológica. Yo me considero una pensadora de izquierda y la agenda de trabajo que maneja el libro es un segundo paso más innovador y radical en mejorar la agenda laboral de lo que ha hecho López Obrador, pero va en la misma dirección, en la dirección de empoderar al trabajador y mejorar los salarios.

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