Octavio Pérez, padre del actor, reconoció que su hijo sí portaba un arma luego de negarlo en primer lugar, sin embargo, ha afirmado que el disparo que cobró la vida de su hijo era de un calibre distinto: el arma del joven era una nueve milímetros, mientras el impacto fue de un calibre .380, según declaró en entrevista con Gustavo Adolfo Infante.
Los policías también han entrado en contradicciones, pues primero negaron haber disparado para luego cambiar su declaración y admitir que sí abrieron fuego, pero sólo hacia la camioneta apuntando a las llantas para detener al joven durante una persecución el 29 de octubre.
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Pese a los vacíos en lo que se conoce sobre la muerte de Octavio Ocaña, el caso refleja la carencia de recursos y preparación de las policías locales, considera Francisco Rivas, director general del Observatorio Nacional Ciudadano (ONC).
“Si hay un buen peritaje, se puede identificar si efectivamente no se resguardó la escena y si hubo un calibre diferente del arma encontrada en posesión de la víctima y del calibre que mató al actor. La balística nos dice si el arma con la que se encontró sin vida al actor es efectivamente el arma que disparó el balazo.
“Lamentablemente, en la cantidad de trabajo que tienen los policías y en temas de formación y profesionalización hay muchas deficiencias para hacer precisamente el resguardo de la evidencia, la cadena de custodia y la conservación de todos los elementos necesarios para poder detonar una adecuada investigación”, explica en entrevista.