Andrea es asesora educativa en una universidad y emprendedora. Gisela es secretaria en un despacho de abogados. Ambas son madres solteras y buscaron formas para sobrellevar su situación: terapias psicológicas, emocionales y físicas, incluso conferencias por YouTube.
Hasta antes del 28 de febrero, cuando se detectó el primer caso de COVID-19 en México, y del 20 de marzo, cuando se declaró oficialmente el confinamiento, era poco común hablar sobre depresión, ansiedad, irritabilidad e insomnio como síntomas emocionales ante las situaciones de crisis, de acuerdo con el Instituto Nacional de Medicina Genómica de la Secretaría de Salud.
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Una encuesta realizada por el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana (EQUIDE) reveló que, en los primeros meses de la pandemia en México, 27% de las personas mayores de 18 años presentó síntomas de depresión y 32% manifestó síntomas severos de ansiedad.
En entrevista, Alejandro Domínguez Rodríguez, licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) y doctor por la Universidad de Valencia, enfatiza que la salud mental se volvió clave en la pandemia, pero al no haber una estrategia para su atención, también entró en "estado de emergencia".
Por primera vez se empezó a difundir esta información, y la comunidad en general estaba reaccionando".
En tanto, Diana Sheinbaum Lerner, coordinadora del Programa Discapacidad y Justicia de la organización Documenta, señala que, si bien se han expuesto las afectaciones a la salud mental a raíz del encierro, es fundamental reconocer que persiste la mala atención en este país, lo que deriva en violaciones a los derechos humanos.
"La salud mental es un tema que ha estado olvidado por muchas décadas y que exige una atención prioritaria. No solo se trata de hacer que la atención esté disponible, sino que sea de calidad, prioritaria, y que no implique una mayor vulneración y un mayor sufrimiento a los derechos humanos de los usuarios", dice.