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Mamás en cuarentena: cuando el COVID te hace maestra, enfermera y trabajadora

En casa, a las tareas del hogar se le suman otras más. De acuerdo con la CEPAL, el COVID profundizó la crisis de los cuidados en América Latina, que afecta más a las mujeres.
sáb 09 mayo 2020 07:00 PM
día de las madres
Este 10 de Mayo, las mamás vivirán una celebración diferente.

Las medidas de mitigación de la epidemia de COVID convirtieron al hogar en oficina, en consultorio y en escuela para millones de personas. Si bien, hubo algunos que por sus actividades no pueden cumplir con la cuarentena al pie de la letra, en la mayoría de los hogares la vida laboral y escolar se trasladó a los domicilios, el resultado colateral es que a las mamás (que este fin de semana festejan su Día) se les sumaron más horas de trabajo no remunerado.

Es el caso de Mónica, mamá de una adolescente con epilepsia; Lizbeth, madre de dos pequeños, y Guadalupe, una ama de casa de 55 años que fue contagiada de COVID por sus hijas. Todas detallaron cómo ha sido la cuarentena para ellas: coinciden en que su mayor temor es que sus hijos se enfermen o contagien.

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No voy a arriesgar a mi hija

A Mónica, mamá de Sofía, desde septiembre pasado una enfermedad de su hija la colocó en filas de hospitales, en pláticas con médicos del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán y del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (los primeros hospitales COVID).

Antes de cerrar el año pasado, Sofía tuvo episodios distintos a los que en sus siete años como paciente con epilepsia había tenido. Al diagnóstico que le dieron en 2012, se le agregó el de disautonomía, una afectación en el Sistema Nervioso Autónomo ­–que regula las actividades involuntarias: pulso, presión respiración, temperatura– y causa mareos, fatiga y hasta desmayos.

Eso obligó a Mónica a dejar su trabajo a principios del 2020 para que pudiera estar el pendiente de su hija, quien hasta antes de que comenzara la epidemia estuvo hospitalizada. Para cuando el COVID-19 se instaló en México y suspendieron las clases y ordenaron el confinamiento, la joven madre ya llevaba un tiempo en casa, cuidando no solo de Sofía (17 años), sino también de su hijo mayor Marco (18 años) y del más pequeño, Miguel (10 años).

Así es como Mónica dejó de estar en la industria del servicio –en restaurantes y estudiante mixiología– y comenzó a trabajar en huertos con su hijo menor y tomando clases por WhatsApp. A la vez, continuaba alentando a su hijo mayor en sus estudios –que está a punto de graduarse de la preparatoria y quiere ser psicólogo–, y seguía cuidando a Sofía, a quien para no exponerla en los hospitales en estos momentos, ha optado por aprender otras técnicas caseras y a tranquilizarse para cuando le da una crisis.

“Si yo antes corría por una gripa, temperatura, raspón, dolor de oídos, con Sofi, ahora lo tenía que resolver como mi abuela: desde casa, con los remedios que yo tuviera a la mano, porque no iba a exponerme ni a mí, ni a mi hija, ni a mi familia a un contagio más y tenía que tener calma porque todo iba a pasar”, dice.

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La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha advertido de la complejidad de la organización de la atención a la salud y sobre cómo las familias se hacen cargo de los cuidados de la salud de sus integrantes, lo que implica, entre otras tareas, la compra de medicamentos, la contratación de servicios y el cuidado directo de las personas enfermas.

“Para cuantificar estos cuidados no remunerados, en México, se estimó que el valor monetario de los cuidados de salud brindados en el hogar equivalía al 85.5% del valor de los servicios hospitalarios y que las mujeres aportaban con su trabajo un 72.2% de ese valor monetario”, señala el organismo.

Para Mónica fue “paradójico” que la pandemia le viniera bien a ella. Ya que cuando dejó su trabajo y se sentía improductiva, y ahora tenía que "ser mantenida" por su esposo, quien trabaja en el Servicio Postal, la pandemia fue un “parteaguas” porque de repente todos se encontraban en una situación similar y fuera de su normalidad.

“Creo que la pandemia me vino bien a mí”, comenta al contar sobre el brinco de ser una persona con salario a pasarse del otro lado y estar en casa, en hospitales y al cuidado al 100% de sus hijos, una situación en la que se sentía “a contracorriente”.

“De pronto ya no era la epilepsia, ya era el coronavirus, y ahora toda la sociedad tenía que vivir un proceso diferente, es como cuando te dicen tienes que empatizarte con un ciego y como que ahora la pandemia le puso la venda a todos y nos puso en la misma situación a todos”, afirma.

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Lo peor que le puede pasar a una madre

“En mi caso, y creo que el de todas las mamás, el mayor temor de esta enfermedad es el que tengas que separarte de tus hijos”, dice Liz Aguilar, de 30 años y madre de Arturo Nicolás, de 7 años, y Natalia, de 1 año 7 meses.

Ella es ingeniera en sistemas computacionales y trabaja en un organismo auxiliar del Senasica, donde hacen campañas para prevenir, controlar y erradicar enfermedades en animales y a cuidar que los alimentos de origen animal sean sanos e inocuos, pero por ahora, además de las actividades propias de su trabajo, también está “dando clases” a su hijo mayor, atendiendo los labores del hogar, y entreteniendo a sus dos pequeños.

“Se me ha hecho pesado porque tengo trabajo de oficina y lo tengo que hacer en casa, sin embargo no solo es trabajo de oficina, tengo los quehaceres del hogar (limpiar, lavar trastes, lavar ropa, tender camas, cuidar a los niños, hacer de comer etc), y a eso súmale las clases en línea de Arturito y todas sus tareas”, confiesa.

Aunque su esposo le ayuda con algunas cosas o a veces, Liz comenta que se “siente más cansada”, porque luego de hacer trabajar todo el día en casa, alrededor de las 10 pm que todos se duermen, ella tiene que sacar sus pendientes de la oficina, pero está agradecida porque a pesar de eso, puede estar en casa, y no tiene que llevar a los niños afuera ni estarlos exponiendo.

De acuerdo con la CEPAL, durante el confinamiento, las mujeres han dedicado diariamente al trabajo doméstico y de cuidados el triple del tiempo que dedican los hombres a las mismas tareas. De por sí, antes de la pandemia, ya le dedicaban a estas labores entre 22 y 42 horas semanales.

Para ella, este 10 mayo, la celebración será muy diferente, pero cree que lo importante es que puede estar a lado de sus hijos. “Cada noche le doy gracias a Dios porque ninguno de nosotros se ha enfermado”, dice.

Morelos, donde vive Liz y su familia, se ha convertido en uno de los 10 estados con más casos de COVID-19. Hasta el 7 de abril tenía 656 casos. Mientras que Cuernavaca, el municipio donde residen, se presentan 100 casos activos, hay 246 casos acumulados y 25 defunciones. Se han recuperado 97 personas.

Mis hijas me contagiaron y no quiero contagiar

Guadalupe es madre de las dos enfermeras que contagiaron a su familia, y aunque todos ya se recuperaron, ella teme contagiar a sus otros hijos, porque sabe en experiencia propia qué se siente tener COVID. “Es una enfermedad muy dolorosa. Muy fuerte, se apodera de tu cuerpo. Te empieza a faltar el aire, cuando comes, te sofocas mucho”, cuenta.

Ella, con 55 años, tiene hipertensión controlada. No pertenece al grupo más vulnerable (mayores de 65 años), aunque sí tiene varios factores de riesgo.

Después que se enfermaron sus hijas, era inevitable que ella también se contagiara, y así fue. Estuvo en cuarentena varios días, y aunque ya sale –con sus debidas precauciones– no le ha contado a muchas personas que se enfermó, porque no sabe cómo puedan reaccionar.

Para este domingo, le gustaría festejar con sus otros dos hijos, que no viven cerca, pero tiene miedo de contagiarlos. “Me gustaría festejar con ellos y no vamos a ir porque me da miedo que ellos se vayan a contagiar”, reconoce.

Aunque existe la posibilidad de que al ya haberse enfermado, sean inmunes al virus, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), no existe evidencia suficiente de que así suceda , por lo que Guadalupe y su familia tienen que seguir con sus precauciones y protocolos sanitarios, como cualquier otra persona.

“Lo más difícil para una madre es saber que tus hijas están enfermas”, reconoce al señalar que durante la enfermedad entre ella y su hija, su esposo, se daban fuerzas para comer, se apoyan cuando no querían ni levantarse de la cama y se cuidaron entre ellos para salir de la enfermedad.

“Nos dio una sacudida con la enfermedad”, admite Guadalupe al comentar que se fortalecieron como familia y ahora pueden entender a mucha gente que está en el hospital, y puede contar que, aunque los malestares son muy fuertes, el COVID no es mortal pero sí real. A quienes tienen familiares enfermos, los invita a apoyarlos y cuidarlos.

Las dos hijas de Guadalupe son enfermeras, y no solo se vieron expuestas ante el riesgo del contagio, también continúan enfrentando la crisis desde sus trincheras. La CEPAL ha comentado que la presión sobre los sistemas de salud afecta significativamente a las mujeres, ya que estas representan el 72.8% del total de personas ocupadas en ese sector en la región.

Ellas se enfrentan a condiciones de trabajo extremas, como extensas jornadas laborales, el riesgo de contagiarse del virus (como ya les pasó), pero además no dejan de tener a su cargo en el hogar personas dependientes o que necesitan cuidados.

“Deben seguir asistiendo a sus trabajos con esta responsabilidad, lo que las somete a sobrecargas de trabajo y un mayor nivel de estrés durante esos periodos (…) esto se da en un contexto regional en que persiste la discriminación salarial, pues los ingresos laborales de las mujeres que trabajan en el ámbito de la salud son un 25% inferiores a los de los hombres del mismo sector”, afirma el organismo.

La situación por la que pasan las mujeres en el hogar, quienes tienen que asumir otras tareas o se las cargan las que ya tenían, ha sido evidenciada por la CEPAL, al señalar que la pandemia ha puesto de relieve, de forma inédita, la importancia de los cuidados para la sostenibilidad de la vida y la poca visibilidad que tiene este sector en las economías de la región.

La crisis sanitara en curso pone en evidencia la injusta organización social de los cuidados en América Latina y el Caribe.

“Urge pensar las respuestas a las necesidades de cuidados desde un enfoque de género, ya que, como ha demostrado la Comisión en reiteradas ocasiones, son las mujeres quienes, de forma remunerada o no remunerada, realizan la mayor cantidad de tareas de cuidados”, advirtió.

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