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#ColumnaInvitada | El complejo de madre trabajadora en tiempos de confinamiento

En medio de la crisis por el encierro que se genera por la epidemia de cornavirus, es momento de generar nuevas lógicas sobre el trabajo de la mujer.
sáb 18 abril 2020 07:00 PM
(Obligatorio)
La otra cara de las personas en riesgo por COVID-19.

¿Mujer, madre, trabajadora, amiga, PROTECTORA, en qué orden?, sí a este torbellino que hemos “normalizado”, en donde el estrés está diseminado entre la escuela de las y los hijos, ser las mejores en el trabajo (porque hay que demostrar todo el tiempo que somos las más calificadas para ese puesto), cuidar a las personas mayores, enfermas o con alguna discapacidad, entre otras. Ahora bien, todo eso lo seguimos haciendo, sumando en tres factores; hacer lo mismo en el espacio de casa, al mismo tiempo, con el estrés que nos da el contagio del COVID-19.

Este histórico momento, nos demuestra la fragilidad del modelo en que hemos vivido, refleja la pobreza de tiempo que tenemos las mujeres, que incrementa el complejo de que pese a todo lo que haces: no es suficiente. Hoy, el debate se fortalece al querer cuidar a nuestras familias, en pensar en la situación de vulnerabilidad de las personas enfermas y adultas mayores, las tareas de las y los menores, quienes ante la contingencia se encuentran varados en casa, así como las actividades del trabajo remoto.

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Las mujeres nos hemos incorporado al mercado laboral, en un modelo que nos sobreexige y lo hemos asumido. Somos parte de las estadísticas que claramente monitorea el INEGI, casi la mitad de las mujeres que se desempeña en un trabajo remunerado sigue realizando trabajo de cuidados en sus hogares y dedican tres veces más tiempo que los hombres a esta labor.

En este contexto, ONUMUJERES ha tenido a bien señalar la ecuación negativa para las mujeres por la epidemia del COVID-19: el aumento del grado de violencia contra las mujeres, así como la reducción de la actividad económica que afecta principalmente a las mujeres con empleos informales, el aumento en la xenofobia, los estigmas, la discriminación, las tareas y labores de cuidados.

La llamada triple jornada que enfrentamos las mujeres nos lleva a una reflexión más amplia, hacia la crisis de cuidados que vive la sociedad derivada del trabajo que ha recaído sobre los hombros de nosotras las mujeres, quienes hemos realizado esta importarte tarea de reproducir la vida social, de manera gratuita, siendo que este trabajo no remunerado representa el 23.3% del PIB nacional, lo que equivale a más de lo que aporta la industria manufacturera; sin embargo, el valor va más allá, hacia la crisis misma de las mujeres y la tensión con los modelos de trabajo androcéntricos, que ponen en jaque a las mujeres sobre todo en contextos de contingencia.

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¿Qué podemos hacer? Es momento de generar nuevas lógicas. Las mujeres tenemos un potencial incomparable a nuestro favor, somos nosotras mismas (en plural), las REDES de apoyo, de solidaridad, las cuales son piezas clave para “Caminar Juntas”. Durante los últimos meses, ha habido en la circulación en las redes dos frases que han marcado nuestro imaginario y que tendríamos que desdoblar: “NO ESTÁS SOLA” y “YO SÍ TE CREO”. No estamos solas cuando pensamos que somos malas madres por salir a trabajar y dejar las labores de cuidado con el apoyo de las trabajadoras del hogar o de las y los familiares cercanos, seguramente sí extendemos las redes de apoyo encontraremos eco y otras maneras de asumir la compleja vinculación entre el mundo laboral y familiar. Creernos a nosotras mismas significa poner sobre la mesa de discusión nuestras necesidades y propuestas, sólo sí nos reconocemos, acompañamos y generar propuestas para un presente igualitario.

Propongo una trilogía para pasar este tiempo que nos da la oportunidad de llevar como mujeres este tiempo de crisis:

  1. Repartamos las labores domésticas (no será tan perfecto como tú lo harías, pero será y eso es ganancia).
  2. Establezcamos un programa familiar de actividades con momentos de LIBERTAD para ti.
  3. Rodéate de mujeres en la cercana distancia, genera vínculos con colegas y teje una importante red de ayuda en caso necesario.

Como dice Frei Betto “preparémonos para un largo viaje dentro de nuestra propia casa”, una casa que puede ser más habitable, si empezamos por limpiar las creencias de “malas madres”, “esposas”, “hijas”, trabajadoras”…

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Nota del editor: La autora es feminista, internacionalista, cuenta con 20 años de trabajo en la Administración Pública Federal; ha estado a cargo de las áreas de género en la SRE, Bienestar y SHCP.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autora.

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