Adriana Figueroa ve la emergencia sanitaria por la que atraviesa México al menos desde tres perspectivas: la de un ser humano, la de una médico ginecobstetra y la de una mujer embarazada.
Como persona, intenta mantenerse serena. Como mujer embarazada, toma sus precauciones porque sabe que ya no solo debe cuidarse a sí misma, sino también a su bebé, y que pertenece a un grupo de riesgo. Y como doctora, todavía hasta hace algunas semanas acudía a su trabajo en el Instituto Nacional de Perinatología (INPer) y a su consultorio privado, pero precisamente por su embarazo y por la pandemia de COVID-19, obtuvo permiso para ausentarse y las consultas particulares ya las hace a distancia.
“Lo menos que nos podamos exponer todos, mejor. Lo que puedas resolver vía telefónica lo resuelves. Hablas con tus pacientes: ‘¿Tienes alguna duda? ¿Cómo has estado?’. Preguntas por las inquietudes que tengan”, explica.