Pueblos fantasma
Nuevas medidas de seguridad, aún no detalladas, permitieron reanudar las exportaciones. El Ejército ya había ingresado a Aguililla a inicios de febrero, antes del incidente del inspector, sin usar la fuerza.
Desde entonces, los militares patrullan varios municipios de Michoacán entre los vestigios de los traficantes: agujeros de balas, barricadas y pintadas con las siglas "CJNG" en paredes, ahora barnizadas de azul.
Los delincuentes también dejaron minas de fabricación artesanal, práctica hasta ahora inusual en México y que refleja la escalada de violencia narco a la que se atribuye la mayoría de los 2,732 homicidios registrados en Michoacán en 2021.
A mediados de febrero, uno de esos explosivos mató a un hombre de 79 años. Unas 250 minas han sido localizadas durante el despliegue, dijeron militares a la AFP durante una demostración para desactivarlas.
En los caseríos de Aguililla, de 14,000 habitantes, se ve poca gente y por momentos parecen pueblos fantasma sofocados por temperaturas de casi 40 grados. Algunos pobladores que asoman para airearse rehuyen hablar con la prensa. Los que acceden, temerosos, manifiestan su esperanza de que el Ejército se quede.
"Ojalá y que haya la paz, que venga la paz y esto no surja más adelante", comenta a la AFP un hombre de mediana edad que evita dar su nombre. Algunos escépticos creen que los criminales solo esperan agazapados a que el Ejército se vaya.