La médica señala que desde diciembre de 2019 los trabajadores comenzaron a prepararse para tener una unidad para la atención de pacientes con COVID-19, y fue en marzo que empezaron a llegar los primeros. Este espacio tenía solo nueve camas, pero conforme avanzó la pandemia se incrementó ese número y, desde abril, el campus se convirtió en hospital COVID con 141 camas para la atención de pacientes y 45 de terapia intensiva.
Creo que ahí fue el primer cuello de botella para todo el país, amen de todo lo que fue el tema de los equipos de protección personal”.
En ese entonces, la capital y el resto del país se mantuvieron en semáforo rojo para evitar que los hospitales colapsaran, como ocurría en otros países. En la Ciudad de México, el récord de ingresados se registró el 22 de mayo, con 4,553, cifra que fue superada en las últimas semanas de 2020. Al corte del 27 de enero, había 7,244 personas en hospitales capitalinos públicos y privados.

Ante este escenario más grave del que se vivió a mediados de 2020, en el hospital acondicionaron una unidad en el tercer piso de la torre central para atender a los pacientes, que no dejan de llegar.
“Nosotros tenemos la unidad saturada desde el mes de noviembre. Hay días que no tenemos altas, tengo pacientes que quieren entrar y hacemos una lista de espera, para estar dando movimiento cuando tengo lugar. Cuando tenemos ese huequito, llamamos al paciente”, señala Concha.
La médica detalla que los pacientes tienen que esperar uno o dos días para ingresar y que, gracias a una plataforma, cuando se detectan casos positivos se les da seguimiento para ver cómo siguen y cómo está su oxigenación, y ahí pueden señalar un “foco rojo” cuando al paciente ya le urge hospitalizarse, para que cuando haya un “huequito” lo puedan acomodar. “Es como un ajedrez”, afirma.