Como muestra está desde la renuencia del presidente López Obrador a usar cubrebocas, mientras la jefa de Gobierno siempre lo porta en público, hasta decisiones estratégicas como duplicar a 20,000 pruebas rápidas diarias para la detección de COVID-19 en macroquioscos y centros de salud, cuando su utilidad ha sido puesta en duda por el propio subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, aunque públicamente respalda y aplaude la estrategia de la mandataria.
“No se han quedado con los brazos cruzados respecto a la realización de pruebas, ya tiene tiempo que el Gobierno de la Ciudad de México decidió hacer un número mayor de pruebas para identificar a los casos", indica el experto.
La estrategia de los quioscos ha permitido cubrir geográficamente la ciudad y abre la posibilidad de dar un seguimiento a los casos para ubicar a los que se agraven para canalizarlos a los hospitales sin llegar a un punto crítico en el cual es más difícil la recuperación”.
Malaquías López Cervantes, integrante de la Comisión Universitaria para la Atención de la Emergencia por COVID-19.
No obstante, para López Cervantes la debilidad de la estrategia de Sheinbaum frente al COVID-19 es la falta de medidas de prevención más estrictas, posiblemente por el daño que causaría a la economía de la ciudad.
Con ello, explica, el peso de la pandemia cae sobre el personal médico en los hospitales de la ciudad, médicos, enfermeros y paramédicos con más de 10 meses de desgaste. Tampoco se ha realizado un rastreo estricto de los contactos de las personas que han resultado positivas, lo cual es “una licencia para seguir contagiando”, indica el académico de la UNAM.
“Cuando una persona con esta enfermedad es tan grave que requiere un hospital y un respirador las posibilidades de salir adelante son pocas. Una vez que se instala la neumonía y avanza darle respuesta a eso es muy difícil
“Esta enfermedad no se debe combatir en el hospital, se debe combatir en la comunidad”, advierte López Cervantes.