Otro que reabrió fue el restaurante bar Jalapeños Pop, que ofrece cerveza, chilaquiles y alitas sobre el corredor peatonal de Génova, y que al tener terraza puede ocupar hasta 40% de su capacidad.
En contraste, la terraza del restaurante Ojo de Agua, sobre Florencia, solo tenía un cliente, mientras meseros y cocineros esperaban en la puerta la llegada de más.
En la misma calle, el restaurante coreano Nadefo estuvo vacío hasta las 16:00 horas, cuando una pareja llegó para ocupar una mesa: los primeros comensales en tres meses.
Aunque esta reapertura era ansiada, no será fácil que el sector se recupere del cierre por el COVID-19, advierte Román Hilario Márquez, vicepresidente de delegaciones de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac).
“Ya se nos acabaron las reservas de dinero y lo que teníamos en las bodegas, lo poco que teníamos de inventario lo usamos para resarcir el dinero que nos falta o porque hay muchas cosas que ya no tienen las condiciones de calidad”, dice en entrevista.
“La reapertura nos conlleva a abrir como si fuera un negocio nuevo en inversión, para poder rehacer nuestros inventarios. Otro gasto que hemos tenido es mantener las fuentes de trabajo”, agrega.
Encuentro Expansión: El impacto económico del COVID-19 en la CDMX