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El Bloque Negro: el fantasma que solo aparece cuando conviene

La pregunta que muchos ciudadanos se hacen es simple y contundente: ¿por qué el llamado Bloque Negro solo aparece en manifestaciones de oposición al gobierno?
mar 25 noviembre 2025 06:03 AM
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Mientras los ciudadanos no exijamos transparencia, mientras los medios no investiguen con rigor, mientras las instituciones no rindan cuentas, el Bloque Negro seguirá siendo lo que siempre ha sido, considera Alberto Guerrero Baena. (Foto: Luis Cortes/REUTERS)

En las calles de la Ciudad de México y otras ciudades del país, se ha vuelto una escena recurrente: manifestaciones legítimas que derivan en caos, comercios vandalizados, enfrentamientos violentos con la policía y, en medio del desorden, figuras encapuchadas vestidas de negro que aparecen y desaparecen sin consecuencias. Lo más inquietante no son los actos de violencia en sí mismos, sino el patrón que emerge cuando analizamos quiénes, cuándo y por qué actúan.

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La ausencia selectiva: ¿Por qué no todos los contingentes son iguales?

La pregunta que muchos ciudadanos se hacen es simple y contundente: ¿por qué el llamado Bloque Negro solo aparece en manifestaciones de oposición al gobierno? Estos grupos nunca se presentan en las movilizaciones organizadas por el partido gobernante, donde las marchas transcurren pacíficamente. Esta ausencia selectiva no es accidental; es un patrón documentado que merece escrutinio.

Si realmente fueran grupos anarquistas auténticos, como a veces se presentan, ¿no deberían oponerse por igual a cualquier estructura de poder, sea del partido que sea? Un anarquista genuino no discrimina entre colores partidistas: rechaza toda autoridad institucional. Entonces, ¿quiénes son estos encapuchados que aparecen estratégicamente solo cuando conviene políticamente?

La historia de México está llena de precedentes sobre grupos de choque. Durante décadas, el PRI utilizó porros y grupos paramilitares para infiltrarse en movimientos estudiantiles y sociales, causando disturbios que justificaran la represión policial. La táctica es conocida: infiltrar, provocar y deslegitimar. Lo que vemos hoy tiene ecos incómodos de ese pasado que creíamos superado.

Ideologías difusas: ¿Anarquistas o mercenarios?

El término "Bloque Negro" originalmente se refiere a una táctica de acción directa utilizada por grupos anarquistas desde los años ochenta para expresar su rechazo al capitalismo y las estructuras estatales mediante actos vandálicos. Sin embargo, lo que vemos en México parece ser algo distinto.

Un verdadero Bloque Negro es una táctica, no un movimiento organizado: quienes participan visten de negro y se enmascaran para actuar bajo anonimato colectivo, buscando visibilizar su protesta contra el sistema. Pero cuando analizamos las acciones recientes en México, encontramos contradicciones fundamentales. Estos grupos no muestran coherencia ideológica, no tienen reivindicaciones políticas claras más allá del caos mismo, y curiosamente, solo operan en contextos que benefician a determinados actores políticos.

La diferencia es crucial: los grupos anarquistas auténticos tienen coherencia ideológica y rechazan cualquier forma de poder institucional; los grupos de choque son mercenarios que responden a intereses políticos o económicos específicos. La máxima de estos grupos es "si te agarran, no te conozco", pero su participación puede ser decisiva para deslegitimar un movimiento social o inclinar la opinión pública.

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La parálisis policial: Entre la incompetencia y la complicidad

La inacción policial ante estos grupos es quizás el aspecto más preocupante del fenómeno. Manifestación tras manifestación, los mismos patrones se repiten: grupos encapuchados llegan, provocan caos, vandalizan propiedades, atacan a la policía y luego se esfuman. Las detenciones son escasas y los procesos judiciales prácticamente inexistentes.

¿Por qué la policía capitalina, con todos sus recursos de inteligencia y vigilancia, no puede identificar y detener a grupos que operan con patrones predecibles? Hay tres explicaciones posibles, ninguna reconfortante:

1) Incompetencia institucional: La policía carece de capacitación adecuada para distinguir entre manifestantes legítimos y provocadores. No existe una estrategia clara de infiltración preventiva ni protocolos específicos para aislar a los elementos violentos sin reprimir a la masa pacífica.

2) Instrucciones políticas de no intervenir: Existe la posibilidad de que haya órdenes explícitas o implícitas de permitir cierto nivel de caos para luego justificar narrativas políticas. Si los grupos violentos deslegitiman las manifestaciones de oposición, ¿a quién beneficia esa deslegitimación? La respuesta es incómoda pero obvia.

3) Complicidad activa o pasiva: En el peor escenario, elementos dentro de las fuerzas de seguridad podrían estar coordinados con estos grupos o deliberadamente haciéndose de la vista gorda. La historia de los porros y grupos de choque en México demuestra que esta hipótesis no es paranoia, sino precedente histórico documentado.

Identificación y segregación: La tecnología que no se usa

La tecnología moderna ofrece herramientas sofisticadas para identificar y segregar a grupos violentos dentro de manifestaciones pacíficas, pero en México simplemente no se implementan:

  • Videovigilancia inteligente: La Ciudad de México cuenta con miles de cámaras de seguridad. Cámaras de alta definición combinadas con análisis de patrones pueden identificar comportamientos sospechosos, movimientos coordinados y cambios de vestimenta que precedan actos violentos. ¿Por qué no se usan para rastrear a estos grupos desde su punto de origen hasta su dispersión?
  • Equipos de inteligencia infiltrados: Agentes encubiertos capacitados pueden identificar líderes y momentos críticos antes de que escale la violencia. Si el gobierno tiene recursos para infiltrar movimientos sociales legítimos, ¿por qué no infiltra estos grupos vandálicos?
  • Comunicación activa con organizadores: Las mejores prácticas internacionales establecen que el diálogo con organizadores y participantes debe ser central, priorizando técnicas de desescalada sobre respuestas represivas. Pero en México, los organizadores legítimos son tratados con desconfianza mientras los provocadores operan libremente.
  • Cordones de separación móviles: Unidades especializadas pueden crear barreras físicas temporales para aislar a los provocadores sin dispersar a la manifestación completa. La tecnología y los recursos existen. Lo que falta es voluntad política.

El fracaso de los operativos: Cuando la estrategia no existe

Los operativos policiales recientes resultan en decenas de lesionados entre civiles y policías, pero con detenciones mínimas y ningún desmantelamiento efectivo de estos grupos. El patrón se repite: esperar a que estalle la violencia, responder con represión indiscriminada que afecta a manifestantes pacíficos, y permitir que los verdaderos provocadores escapen en el caos.

Este fracaso sistemático revela carencias fundamentales:

  • No hay inteligencia preventiva: Las manifestaciones no son eventos sorpresa. Se anuncian con días o semanas de anticipación. ¿Por qué no hay análisis de riesgo, identificación de puntos críticos, monitoreo de redes sociales donde estos grupos se coordinan?
  • No hay comunicación efectiva: El diálogo con organizadores es inexistente o meramente burocrático. Cuando la policía no distingue entre manifestantes legítimos y provocadores, termina reprimiendo a todos por igual.
  • No hay capacitación específica: Los policías no están entrenados para distinguir entre manifestantes y provocadores, para usar fuerza proporcional, para aislar sin reprimir.
  • No hay rendición de cuentas: No existen evaluaciones posteriores ni consecuencias por operativos mal ejecutados. El ciclo se repite porque nadie paga el precio del fracaso.

Propuestas concretas: Más allá del diagnóstico

Si realmente existiera voluntad política para resolver este problema, las soluciones son claras: A nivel operativo:

  • Crear unidades especializadas de diálogo y mediación que trabajen con organizadores antes, durante y después de las manifestaciones
  • Implementar tecnología de videovigilancia con protocolos transparentes de uso y supervisión ciudadana
  • Capacitar a las fuerzas policiales en técnicas de segregación selectiva que permitan aislar a provocadores sin reprimir manifestaciones legítimas
  • Establecer mecanismos de evaluación independiente de cada operativo policial en manifestaciones

A nivel político:

  • Investigaciones serias y transparentes sobre el financiamiento y coordinación de estos grupos. ¿De dónde sale el dinero? ¿Quién los recluta? ¿Quién los coordina?
  • Transparentar las cadenas de mando durante operativos: ¿quién da las órdenes de no intervenir? ¿Bajo qué criterios?  Crear una comisión ciudadana independiente que supervise la actuación policial en manifestaciones
  • Reformar los protocolos para garantizar que la protección del derecho a la protesta sea prioritaria sobre la contención del desorden

A nivel de justicia:

  • Perseguir penalmente no solo a los ejecutores del vandalismo, sino a quienes los organizan y financian
  • Aplicar la ley de delincuencia organizada cuando exista evidencia de coordinación sistemática
  • Garantizar que las investigaciones incluyan líneas sobre posibles vínculos con actores políticos o institucionales
  • Hacer públicos los resultados de las investigaciones para que la ciudadanía pueda evaluar el desempeño de las autoridades

La pregunta que nadie quiere responder

El fenómeno del Bloque Negro en México no es solo un problema de orden público; es un síntoma de algo más profundo. Cuando grupos violentos operan con impunidad, cuando solo aparecen en ciertos contextos políticos, cuando la policía parece incapaz o reacia a actuar, estamos ante un cuestionamiento fundamental de nuestras instituciones.

El gobierno tiene los recursos policiacos y de inteligencia para conocer los pormenores de estos grupos. Tiene cámaras, tiene agentes, tiene tecnología, tiene presupuesto. Lo que aparentemente no tiene es voluntad. Y esa falta de voluntad plantea una pregunta incómoda: ¿es incompetencia o es conveniencia?

Cuando un problema persiste a pesar de tener recursos para resolverlo, cuando los patrones son tan evidentes que hasta un ciudadano común puede identificarlos, cuando las soluciones son conocidas y viables pero no se implementan, la respuesta es clara: alguien se beneficia de que el problema continúe.

Mientras los ciudadanos no exijamos transparencia, mientras los medios no investiguen con rigor, mientras las instituciones no rindan cuentas, el Bloque Negro seguirá siendo lo que siempre ha sido: una sombra conveniente que se proyecta sobre el derecho legítimo a protestar, empañando causas justas y sirviendo a intereses que prefieren permanecer en la oscuridad.

La pregunta no es si podemos resolver este problema. La pregunta es si realmente queremos hacerlo. Y más importante aún: ¿quién no quiere que se resuelva?

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Nota del editor: Alberto Guerrero Baena es consultor especializado en Política de Seguridad, Policía y Movimientos Sociales, además de titular de la Escuela de Seguridad Pública y Política Criminal del Instituto Latinoamericano de Estudios Estratégicos, así como exfuncionario de Seguridad Municipal y Estatal. Escríbele a albertobaenamx@gmail.com Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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