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El servicio exterior, última pieza del sistema a reformar

El SEM es una de las últimas piezas intactas del entramado del sistema político mexicano y su transformación a imagen de la 4T parece inexorable.
mar 26 agosto 2025 06:03 AM
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Los gobiernos de Morena no entienden y no aprecian el valor de la política exterior. Les interesa como dique a la presión de Estados Unidos, pero no tienen noción de la política multilateral y, más allá de Estados Unidos, el mundo no existe, señala Antonio Ocaranza Fernández.

El “segundo piso” de la Cuarta Transformación se concentra en profundizar la reconfiguración del sistema político mexicano: sus contrapesos, sus cortes, sus organismos especializados, su burocracia y su representación electoral. Los elementos de un régimen democrático siguen presentes, pero la manera en que se eligen y operan ha sido transformada para garantizar que el gobierno de Morena pueda llevar a cabo los cambios que —sostiene— el pueblo le mandató en la última elección.

Cuando el presidente López Obrador se vio imposibilitado de cambiar el sistema judicial y obtener de la Suprema Corte los fallos que deseaba para sus políticas, se propuso renovarlo para eliminar obstáculos. En el Banco de México logró lo que no pudo en la Suprema Corte, nombró a miembros a la Junta de Gobierno que respondieran a los intereses del gobierno.

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El Servicio Exterior Mexicano (SEM) ha resistido hasta ahora cambios tan profundos como los que han afectado a otras instituciones. Tres factores lo explican:

1.- Constitucionalidad. El SEM es un componente esencial para la ejecución de la política exterior y la defensa y promoción de los intereses de México ante otros países y organismos internacionales, como lo establece el artículo 89 de la Constitución.

2.- Institucionalidad. El SEM es una de las instituciones más valiosas y profesionales que tiene México. Cuenta con una ley propia que regula su organización y operación. Para ingresar es necesario aprobar un examen riguroso y ascender a través de un sistema de escalafón que combina pruebas, experiencia profesional y largos años de sacrificio y dedicación fuera del país, lejos de la familia y, contrario a lo que muchas piensan, lejos de los lujos que suelen atribuirse a la vida diplomática.

3.- Prestigio. Las acciones del SEM han sido motivo de orgullo internacional: desde las posturas en la Liga de las Naciones y la ONU a favor del desarme y la paz, hasta acciones heroicas como la protección de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, el asilo a perseguidos españoles, chilenos o argentinos, o la intervención de la embajadora Teresa Mercado en Bolivia para salvar la vida de Evo Morales. A esa trayectoria se suman reconocimientos mayores, como los premios Nobel a Alfonso García Robles y Octavio Paz.

No obstante, estos atributos no impedirían al gobierno de la 4T conformar un servicio exterior a su manera. Ya ha reformado la Constitución y varias leyes, y también puede manipular el prestigio del SEM para que suene como producto de gobiernos neoliberales.

Si la 4T no ha avanzado más rápidamente en la reforma del servicio exterior es debido a tres factores:

1.- Tiempo. Crear una nueva clase diplomática requiere de una larga preparación. Es necesario reclutar nuevos cuadros con una visión morenista. Es más fácil convertir a diplomáticos actuales a su causa y nombrar embajadores y cónsules que sean fieles a la 4T y que, a mediano plazo, sustituyan a diplomáticos de carrera.

2.- Presupuesto. Cada nombramiento y traslado diplomático cuesta y la Secretaría de Relaciones Exteriores carece de recursos para hacer cambios de cuadros tan rápido como el gobierno quisiera. Paradójicamente, la escasez de recursos ha sido el mayor aliado del SEM para frenar una sustitución masiva. Si hubiera dinero muchos embajadores de carrera ya habrían tenido que ceder su lugar a simpatizantes morenistas.

3.- Falta de visión. Los gobiernos de Morena no entienden y no aprecian el valor de la política exterior. Les interesa como dique a la presión de Estados Unidos, pero no tienen noción de la política multilateral y, más allá de Estados Unidos, el mundo no existe.

Sería fácil acusar a Morena de querer debilitar el SEM, pero lo cierto es que todos los gobiernos –priistas, panistas y morenistas– han tratado de manipularlo. Su labor es tan especializada y distante de la vida cotidiana del mexicano promedio que el SEM no cuenta con defensores. Con frecuencia, simpatizantes de la 4T denuestan públicamente el trabajo de embajadas y consulados sin que nadie, ni la propia Secretaría de Relaciones Exteriores, lo defienda.

El SEM es una de las últimas piezas intactas del entramado del sistema político mexicano y su transformación a imagen de la 4T parece inexorable. La construcción de un nuevo SEM será lenta, conflictiva y costosa. El reto será formar cuadros diplomáticos capaces de sostener en el tiempo una política exterior coherente. De lo contrario, con lo que hemos visto hasta ahora, México se quedará con un servicio exterior debilitado, centrado en la agenda bilateral con Estados Unidos y ausente del resto del mundo.

La construcción de un nuevo servicio exterior está en proceso. La 4T lo necesita y lo tendrá.

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