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Sheinbaum: la búsqueda de un poder propio

Asumir el poder tras un líder carismático como López Obrador implica una bifurcación: o se vive bajo su sombra, o se la trasciende.
jue 07 agosto 2025 06:00 AM
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El reto de Sheinbaum es cumplir con el mandato del movimiento heredado con sus propios recursos y sello, señala Antonio Ocaranza Fernández.

La historia política está llena de figuras que heredan la silla presidencial de un líder carismático. Esas transiciones suelen ser traicioneras: las comparaciones son inevitables, el sucesor carece de la mística del antecesor y surgen quienes, parientes o colaboradores, considerándose los verdaderos herederos, están dispuestos a disputarle el control. Desde la oposición, todos claman por un manotazo en la mesa y la ruptura.

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El expresidente López Obrador dio a la presidenta Claudia Sheinbaum el “bastón de mando” de su movimiento para continuar su “cuarta transformación”. Para muchos existe una relación de dependencia pero, sin duda, Sheinbaum piensa aprovechar todas las oportunidades para construir una base de poder propia, no necesariamente para oponerse a López Obrador o marcar distancia, como muchos desearían, sino para ampliar sus márgenes de maniobra y asegurar la gobernanza del país.

El reto de Sheinbaum es cumplir con el mandato del movimiento heredado con sus propios recursos y sello. Los seis años de su gobierno le dan tiempo suficiente para construir un liderazgo y un proyecto personal partiendo de cinco ejes: equilibrar continuidad y ruptura; crear una base propia de poder y lealtades; aprovechar ventanas de oportunidad; construir legitimidad por resultados o control; y reescribir el relato.

1. Equilibrio entre continuidad y ruptura. La presidenta mantiene símbolos y banderas de López Obrador para evitar un rechazo inmediato. Sus conferencias y discursos están llenos de reconocimiento al expresidente, a su visión de México, a sus inversiones en grandes proyectos, a su debilitamiento de poderes fácticos, a sus programas sociales, a su discurso de austeridad y combate a la corrupción, y a su lucha contra el neoliberalismo —presentado como el origen de todos los males que han frenado el bienestar de México—.

2. Creación de una base propia. Sheinbaum ha ampliado programas dirigidos a mujeres de entre 60 y 64 años y está integrando a la seguridad social a conductores y repartidores de plataformas digitales. También espera generar empleos a través de inversiones en trenes, polos de desarrollo y acciones del Plan México. La presidenta quiere que millones de personas atribuyan su bienestar directamente a su gestión. A partir de las elecciones estatales de 2026, y en especial con la conformación de una nueva Cámara de Diputados en las elecciones de 2027, Sheinbaum podrá abrir nuevos espacios para construir un grupo político leal y prescindir de figuras que no le aporten.

3. Aprovechamiento de la ventana de oportunidad. Sheinbaum puede transformar tragedias, crisis y escándalos en reformas decisivas. Le inquietan los excesos de figuras como Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña y Andy López Beltrán, que dañan a su partido, Morena, pero son también material útil para eliminar lastre. No destruye a estos personajes, pero deja que el juicio de la opinión pública los desgaste, los convierta en una losa política y los obligue a buscar su apoyo o aceptar una retirada decorosa. Ella observa cómo se autodestruyen, quién los critica, quién los arropa, quién los defiende y cómo se realinean los grupos de poder.

4. Legitimidad por resultados o por control. La legitimidad se cimienta en logros tangibles. La gestión económica, la creación de empleos, el control de la inflación y el manejo de la relación con el presidente Trump han fortalecido su autoridad. El reconocimiento nacional e internacional por la forma en que ha gestionado la relación con Estados Unidos, en circunstancias difíciles, es mérito suyo y explica sus altos niveles de popularidad.

5. Reescritura del relato. Sheinbaum está logrando que su nombre se asocie a logros específicos, desplazando la figura del antecesor como única referencia. Lo hace con prudencia: no responsabiliza a López Obrador del desastre en materia de seguridad ni de las decisiones polémicas que hoy presionan a México desde Washington. Sabe que, llegado el momento, podrá desligarse de políticas controvertidas si ello le otorga un capital político mayor.

Asumir el poder tras un líder carismático como López Obrador implica una bifurcación: o se vive bajo su sombra, o se la trasciende. Si Sheinbaum se refugia en el aura protectora de su antecesor, será devorada por sus adversarios. Su éxito dependerá de si puede subordinar a los viejos operadores del lopezobradorismo, articular una base social propia y construir un relato que la trascienda. Pero si, como hasta ahora, se asume como dirigente con un proyecto propio, tiene cinco años para tomar el control de los innumerables hilos del poder presidencial y redefinir el rumbo de su movimiento. Si tiene éxito, habrá demostrado que, incluso en un movimiento moldeado por un líder dominante, se puede imponer un nuevo centro de gravedad.

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