Una frase de un gran maestro y amigo, cuyo nombre omito por tratarse de una figura pública alejada de polémicas, reza que "quien asume la conducta, asume sus consecuencias". Esta sencilla afirmación ejemplifica perfectamente las repercusiones generadas a partir de un hecho que se hizo viral en redes sociales hace unos días en la colonia Hipódromo Condesa, Ciudad de México. Un recordatorio claro de que, en nuestra era digital, cada acto en público puede (¿o debe?) quedar registrado y tener consecuencias profundas en todos los ámbitos.
Discriminación en México, ¿indignación pasajera o cambio real?

El incidente lamentable, por todos conocido (#LadyRacista), protagonizado por una persona cuyo registro se viralizó rápidamente en redes sociales y medios de comunicación, trascendió incluso hasta la máxima tribuna política del país, la llamada "mañanera" de la presidenta Claudia Sheinbaum y la Cámara de Diputados. Esta situación no solo causó una condena social generalizada, sino que derivó en propuestas legislativas concretas, como la modificación de la Ley General de Migración para cancelar visas o residencias a extranjeros que incurran en actos de discriminación.
También es importante reconocer que parte del repudio en redes sociales terminó siendo desafortunado: se transformó en linchamiento digital, insultos xenófobos y clasistas que reproducen la misma lógica de odio que se busca condenar. Como señalan expertos, combatir el racismo requiere educación, reflexión y sanciones restaurativas, no solo castigos públicos ni discursos excluyentes que alimentan el resentimiento y perpetúan la discriminación.
Este caso pone sobre la mesa varias lecciones fundamentales para el gobierno y la sociedad mexicana. En primer lugar, para las autoridades, es imprescindible reconocer la necesidad de políticas públicas efectivas contra la discriminación racial y social. Las reacciones rápidas en casos mediáticos deben ir acompañadas de acciones contundentes y consistentes en el día a día, más allá de la coyuntura mediática. Es necesario sugerir acciones de fondo y no solo reactivas.
Segundo, es crucial analizar críticamente cómo la sociedad mexicana se confronta con casos de racismo y clasismo viralizados. Si bien el repudio generalizado hacia este incidente particular es necesario y válido, también es indispensable preguntarnos si este rechazo es reflejo genuino de una sociedad que busca transformarse o si es simplemente un acto superficial de condena pública. México sigue siendo un país profundamente racista y clasista, donde las mismas expresiones discriminatorias, condenadas masivamente en casos virales, continúan siendo normalizadas en ámbitos cotidianos sin viralización ni repudio.
Además, el manejo de la crisis por parte de la persona involucrada demuestra la importancia crítica de una asesoría especializada e inmediata en situaciones de alto impacto mediático. Su desafiante reacción inicial en redes sociales y la tardía "disculpa pública" amplificaron la crisis reputacional, perjudicando aún más su imagen pública y generando repercusiones irreversibles. Este caso sirve también como advertencia a funcionarios y figuras públicas sobre la importancia de actuar con transparencia, rapidez y humildad ante crisis similares.
El gobierno debe aprender que, aunque la reacción inmediata en casos virales es fundamental, las políticas permanentes para erradicar el racismo y clasismo estructural deben prevalecer y ser visibles. Para la sociedad, este incidente debe ser un llamado a una reflexión profunda y sincera sobre las prácticas cotidianas de discriminación que continúan arraigadas, y no solo conformarse con la condena mediática temporal de actos aislados.
La reputación, tanto individual como institucional, es invaluable y frágil en este contexto hiperconectado. Pero más allá de la persona señalada, este episodio debería movilizar una conversación política seria sobre cómo la sociedad mexicana aborda y combate verdaderamente el racismo y el clasismo. De lo contrario, los episodios virales serán solo un espectáculo efímero, y la transformación real seguirá pendiente.
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Nota del editor: Carlos A. Ibarra es periodista e integrante del Observatorio de Medios Digitales del Tecnológico de Monterrey , profesor de cátedra en dicha institución y consultor en Comunicación estratégica y Relaciones Públicas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.