Ser madre ha sido el trabajo más importante de mi vida. Durante años, mi prioridad absoluta ha sido criar a mi hijo Juan Pablo. Hoy, que ya es un joven, sé que su desarrollo no habría sido posible sin la red de mujeres que me acompañó en el camino: mi madre, Rosa y muchas más que estuvieron ahí cuando yo tenía que salir a trabajar.
#ColumnaInvitada | Infancias primero. El reto de garantizar espacios de cuidado

Pero, ¿qué pasa con las mujeres que no tienen ese respaldo? ¿Aquellas que trabajan de noche, que son policías, enfermeras, bomberas o empleadas en fábricas con turnos nocturnos? ¿Dónde y con quién dejan a sus hijas e hijos mientras salen a ganarse la vida?
Esa pregunta me ha acompañado desde hace más de siete años. Reflexioné sobre el papel que las mujeres hemos asumido al integrarnos al mercado laboral, en la búsqueda de autonomía y de un futuro propio. Entendí que la independencia financiera es condición indispensable para ejercer la libertad con plenitud. Pero incluso en esa lucha por nuestra autonomía, no dejamos de lado nuestras responsabilidades familiares.
Lo que pocas personas —hombres y mujeres— veíamos con claridad es que el funcionamiento del mundo actual depende de un sistema invisible: una red de cuidados no remunerada que sostiene nuestra vida cotidiana. Para que yo pueda estar mañana en San Lázaro trabajando, alguien tiene que despertar a Juan Pablo, alistarlo, prepararle su comida, recogerlo después de sus actividades, ayudarle con la tarea y asegurarse de que todo esté listo para el día siguiente.
Y así nos pasa a todas y todos. Alguien se encarga de que haya comida en el refrigerador, ropa limpia en el clóset, que la luz esté pagada y el internet funcione. Ese alguien, en la mayoría de los casos, es una mujer.
Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2024, el 93% de las personas que no trabajan por dedicarse a labores del hogar son mujeres. Son 19.6 millones. Ese sistema invisible tiene rostro de mujer. Los roles de género han definido nuestras dinámicas durante siglos, pero que algo haya sido así siempre no significa que deba seguir siéndolo. En un mundo que cambia constantemente, nuestras estructuras sociales también deben transformarse.
Para lograrlo, es necesario que asumamos responsabilidades compartidas: hombres, mujeres, sociedad y, especialmente, el Estado, garante de la igualdad. Por eso, cuando fui regidora en Guadalajara, impulsé la primera guardería 24 horas. Un espacio pensado para mujeres cuya labor exige disponibilidad total, como policías y bomberas. En 2024, ver a la primera generación egresar y entrar al kínder fue una prueba contundente: cuidar a quienes nos cuidan, cambia vidas.
Si esas 19.6 millones de mujeres dedicadas al trabajo de cuidados fueran reconocidas económicamente, representarían alrededor del 26% del PIB nacional. ¿Por qué no pensar en una solución ganar-ganar? Una en la que las mujeres accedan a su independencia económica, el mercado laboral incorpore talento, y las familias conserven su estructura y su calidad de vida.
Más tarde, como diputada local, busqué escalar este modelo. En 2023 inauguramos el Centro de Atención, Cuidado y Desarrollo Infantil 24/7 “Salvando Vidas”, enfocado en hijas e hijos de policías viales que trabajan de noche. Si estas mujeres arriesgan su vida por nuestra seguridad, lo mínimo que podemos ofrecerles es la certeza de que sus hijas e hijos están cuidados, seguros y rodeados de afecto.
Este modelo es replicable. Podría aplicarse en sectores como la maquila, donde los horarios no son tradicionales. Más aún en el contexto actual, en el que el país busca capitalizar el llamado “Plan México” para atraer inversiones y fortalecer la economía local. Para aprovechar esta oportunidad, es indispensable redistribuir las tareas domésticas y de cuidado. Solo así aseguraremos que todas y todos tengamos acceso a las mismas oportunidades.
Por eso, el pasado 26 de marzo presenté una iniciativa para crear Centros de Cuidado y Educación Infantil 24 horas. Buscamos reformar la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes y la Ley del Seguro Social, con el fin de garantizar su existencia en todo el país. Queremos que niñas y niños, desde los 43 días de nacidos hasta los 6 años, puedan acceder a estos espacios, sin importar si sus madres son derechohabientes del IMSS.
Porque hoy, el acceso al cuidado infantil sigue siendo un privilegio. Durante el sexenio anterior se cerraron estancias infantiles y se eliminó su presupuesto. Miles de madres perdieron sus empleos. La propuesta actual del gobierno federal plantea centros de cuidado a través del IMSS, pero excluye a quienes más los necesitan: el 54.1% de las mujeres mexicanas trabaja en la informalidad, según el IMCO.
Aún falta mucho por hacer. De los 12.4 millones de niñas y niños en México, millones siguen sin acceso a un espacio seguro para crecer. El desafío es enorme, pero ineludible.
Estoy convencida: apostar por la infancia es apostar por el futuro de México. Mientras exista una madre que necesite un lugar seguro para su hija o hijo, seguiré trabajando para hacerlo posible.
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Nota del editor: Claudia Gabriela Salas Rodríguez es diputada federal por Movimiento Ciudadano. Síguela en X como @ClaudiaSalasGDL y/o en Instagram . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.