Publicidad
Publicidad

Pantano judicial, el devenir de un Poder Judicial espurio

Al finalizar la segunda guerra mundial, en 1945, sobrevino lo que se llamó el Juicio a los Jueces. Fue la natural consecuencia de la caída del impresentable Tribunal del Pueblo.
vie 21 febrero 2025 06:04 AM
Pantano judicial, el devenir de un Poder Judicial espurio
El concepto de cosa juzgada tendrá que pasar, primero, por una seria revisión del procedimiento de designación de jueces, magistrados y ministros, poniendo en el cadalso, a los que por un tiempo serán verdugos, apunta Gabriel Reyes Orona.

Adolfo Hitler, al suceder a Hindenburg, rápidamente concluyó que la estructura judicial era un obstáculo para el establecimiento de régimen que él había bosquejado en el libro en el que plasmó toda una ideología, que lo hacía a él, el centro y eje de un perverso culto que terminó por destruir a Alemania. Al finalizar la segunda guerra mundial, en 1945, sobrevino lo que se llamó el Juicio a los Jueces. Fue la natural consecuencia de la caída del impresentable Tribunal del Pueblo.

Publicidad

Ese órgano jurisdiccional, creado en 1934, operó decisiones judiciales que tuvieron como primordial objetivo acabar con los adversarios. Fue órgano jurisdiccional que sirvió más a las ambiciones políticas, que a la justicia. Los procedimientos que tramitó fueron conocidos como Juicios Farsa, ya que anulaban toda formalidad de procedimiento, atropellando los más elementales derechos de un procedimiento justo y equilibrado. Con el marco regulatorio provisto por el autócrata, nadie le ganó jamás al gobierno. La verdad política acabó con la verdad jurídica.

En México, se ha hecho abundante referencia al enorme paralelismo que existe entre el nacional socialismo y la transformación tropical. Hitler diseño lo que llamó su T4, un programa de selección que propugnaba por el exterminio de un sector de la sociedad, el cual decidió, era la causa de todos los males del pueblo alemán.

Goebbels, supo materializar la estrategia que capturó el imaginario colectivo. Si bien la narrativa empezó siendo una arenga política de bar, fue transformada en una amalgama de filosofía, religión y estrategia policiaca. El objetivo era claro, hacerse del poder, y conservarlo a toda costa, manteniendo a la población distraída de sus muy severas necesidades, así como de la muy precaria condición de la economía, concentrándose toda la atención popular en conseguir la derrota del enemigo. El doctor en filología tomó un milenario símbolo místico, el cual, se dice, invirtió, esto es, le dio un giro contrario. Al ver la cruz gamada en templos y monasterios asiáticos se aprecia que su orientación es inversa. Ese signo se conoce como svastica, término, cuya traducción más cercana al español, es bienestar.

El canciller vistió a su ejército electoral con una camisa parda, distribuyéndolo estratégicamente en el país, adquiriendo así, una permanente presencia política en el territorio. Si, fue como ponerles un chaleco guinda y mandarlos a operar permanentemente con cargo al erario.

Pero, volviendo al Tribunal del Pueblo, engrane maestro en el aparato de sometimiento nazi, debemos recordar que fue quemado hasta sus cimientos, quedando desarmado y desarticulado el brazo ejecutor que hizo del derecho, instrumento de persecución, dominación y apoderamiento de cuantiosos bienes; los cuales, permitieron financiar la construcción de la avasallante autocracia germánica, que terminó ocasionando pobreza generalizada; la destrucción de la infraestructura nacional, y la muy penosa muerte de millones de personas.

La misión de ese, el Primer Tribunal del Pueblo, fue financiar el movimiento. Se entramó como órgano jurisdiccional capaz de canalizar, a la fuerza, un torrente de formidables recursos, con cargo a quienes fueran sellados como enemigos del pueblo, comenzando, por supuesto, con los más ricos, los empresarios judíos. El lucrativo odio que emprendió en contra de ellos le permitió fondear la creación de uno de los aparatos opresores de mayor efectividad que la humanidad haya visto. No caeré en la tentación, por supuesto, de perderme en sus muy señalados orígenes judíos, los cuales, se dice, fueron los primeros que traicionó. Antes que nada, lo consumía la obsesión de allegar recursos a su naciente gobierno.

No es casualidad, ni coincidencia, que el principal alegato que se escuchaba en las sesiones de la temible corte fuera el de “traición”, argumento que da cuenta de la falta de razones, y la sobra de ideología, la cual, fácilmente acaba con toda objetividad, neutralidad e imparcialidad.

La caída del Primer Tribunal del Pueblo sólo fue posible cuando la justicia se importó de otras jurisdicciones, impulsando la integración de órganos que revisaran las insostenibles sentencias emitidas por ese remedo de Corte Suprema. Sí, jueces y magistrados, provenientes de otras latitudes, tuvieron que proveer a la caída nación de aquello que desapareció en la Alemania nazi, un efectivo orden constitucional. Claro, quienes encabezaron el Primer Tribunal del Pueblo, conscientes de que no habían sino operado los febriles deseos del führer, se arrastraron penosamente, pidiendo la clemencia y el proceso justo que no dieron a quienes cayeron en sus garras.

Se consideró que la venganza no resultaba la noción duradera capaz de sentar las bases del nuevo orden jurídico germánico, por lo que se optó por establecer el renovado basamento de la justicia alemana, sobre el respeto al estado de derecho, bridando sólida condición vinculante a las normas establecidas correctamente. Hitler, y secuaces, contaron con escrupulosos juristas, quienes armaron e implementaron cuidadosamente el tinglado. Entre ellos, estuvieron grandes juristas, creadores del influyente derecho alemán de la época. El innegable respeto a las formas y procedimientos legales se arguyó como causa exculpatoria, dándoseles a los impresentables juzgadores el beneficio de haber actuado conforme a derecho.

De esa forma, consiguieron el perdón los impresentables togados que sólo volvieron sentencias un gran número de caprichos, expropiaciones, y múltiples abusos que ninguna corte, apegada a elementales principios jurídicos, hubiera permitido. Viviendo en una perenne deshonra, evitaron el encarcelamiento. Muchos tuvieron que cambiar su nombre, ya que su sola mención no sólo provocaba desprecio, sino el ánimo de linchamiento. Sin embargo, sus decisiones fueron, todas, objeto de revisión y profundo escrutinio.

Es difícil hoy pedir paciencia, pero no habrá de otra. Es claro que, a diferencia de aquel, el Primer Tribunal del Pueblo, el que ahora se erige, arrogante y soberbio, se ha conformado a consecuencia de un procedimiento plagado de vicios e irregularidades, que son tan objetables en justicia, como algún día lo serán sus determinaciones. De forma que, quienes hoy se levantan como temibles jueces de la trastornación, no gozan de la limpieza en las formas que permitieron a los jueces del régimen nazi escapar a la reprobación.

No, es claro que hoy tienen el pandero, y aun, sus garrafales pifias y errores no serán considerados impedimentos para que ocupen los cargos judiciales a los que, claramente, no tienen derecho. Todo seguirá el curso que nos impone la ley de la selva, única vigente hoy en México, misma que hace del más fuerte, fuente de la única verdad.

Pero, como la pandemia, la 4T, como la T4 y su Tribunal del Pueblo, caerá, y entonces habrá que reconstruir la nación. El concepto de cosa juzgada tendrá que pasar, primero, por una seria revisión del procedimiento de designación de jueces, magistrados y ministros, poniendo en el cadalso, a los que por un tiempo serán verdugos.

El proceso plasmado en la Carta Fundamental ha sido pisoteado, burlado y eludido de manera grotesca e inadmisible. A diferencia de su antecesor, el Segundo Tribunal del Pueblo no ha sido instrumentado por grandes pensadores del derecho, ni ha sido llevado a la práctica por quien le respete. Es un sainete vergonzoso. Sus decisiones, por violentar normas de orden público, sólo serán provisionales, y objeto de juicios de anulación, tan pronto como se reestablezca el estado de derecho. En Alemania tomó 11 años, aquí, aún no sabemos cuánto, pero ningún país, del tamaño y relevancia de México, puede ser permanentemente privado de una neutral, objetiva y profesional justicia. No es Nicaragua, ni mucho menos Cuba.

Publicidad

Poco se ha analizado como vivieron los que realmente eran el pueblo teutón en esos 11 años, en la vieja república de Weimar. Los de abajo, vivieron una ciega esclavitud que los hacía rehenes de un sueño de opio que les prometía vivir opíparamente al derrotar al enemigo. Eso nunca pasó, la rígida explotación y carencias que vivieron a lo largo de Tercer Reich no ha sido objeto de películas o series, porque fueron los vencidos, y de ellos, nadie se ocupa, fueron dóciles ciudadanos que, engañados, trabajaron para hacer posible el sueño de un loco.

Eventualmente, Hitler se quedó sin recursos, y dejó morir a sus huestes en todos los frentes, particularmente, a quienes habían marchado hacia Moscú. Fue el desfonde de las arcas lo que le derrotó, y en menor medida, las fuerzas aliadas. No había combustible para tanques, submarinos y aeronaves, ni recursos que pusieran en marcha la otrora poderosa industria germánica. Se quedó inmóvil, y poco a poco, los ejércitos contrarios fueron ganando terreno, encontrando ya sólo ruinas a su paso. Suena bonito pensar que en Normandía comenzó la victoria, pero en realidad, ahí puso su resto el austriaco. Después, todo fue retirada.

Ya lo he dicho, no le llamamos Cuarto Reich, sino Cuarta Transformación. Su parecido es apabullante. Claro, no hay que compararle con el poderoso régimen del 39, sino con el del 34, cuando el empobrecido führer comenzó por cambiar radicalmente las instituciones del estado, anulando todo poder que le pudiera poner objeción.

La forma en que Morena legisla sería aplaudida por el más facho de los fachos, son el parangón y más acabada expresión de esa forma de ser, pero, como dice aquel sabio dicho, esos seudo movimientos duran, mientras dura el capital, y el del gobierno en turno ya se acabó. Vendrán las agazapadas expropiaciones, las confiscaciones y las apropiaciones forzadas, como las que se vieron en aquel régimen de la cruz gamada, disfrazadas, claro, de congelamiento, auditoría, extinción de dominio, o de impuestos del pueblo, sí, el agandalle del bienestar. Ya tienen un tribunal que lo valide, pero el juicio de la historia, y del Segundo Tribunal del Pueblo, llegará. Será entonces cuando el águila regrese y la justicia vuelva a México, convertido hoy, por desgracia, en Péjico.

_____

Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

Publicidad

Newsletter

Los hechos que a la sociedad mexicana nos interesan.

Publicidad

MGID recomienda

Publicidad