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Empiezan señales positivas. ¿Son suficientes? ¿Se mantendrán?

Definitivamente se perciben señales y acciones de Claudia Sheinbaum que se diferencian de manera significativa de su antecesor y que nos obligan a darle el beneficio de la duda.
lun 20 enero 2025 06:02 AM
Empiezan señales positivas. ¿Son suficientes? ¿Se mantendrán?
Ante el desafío que representa la nueva presidencia de Trump para México, la presidenta parece estar hilando fino para tener un frente unido de gobierno federal, estatales y sector privado para atajar lo que será su mayor reto de gobierno, considera Don Porfirio Salinas.

Desde que Sheinbaum fue vista como aspirante seria a la Presidencia, y más aún cuando fue formalizada como candidata de AMLO, el gran cuestionamiento público sobre ella fue si sería simplemente títere de él, o si tendría ideas y estilo propio para gobernar.

Razones para esta duda han habido de sobra, tanto durante su gestión como Jefa de Gobierno, como ahora ya en la Presidencia de la República. Sobre eso se ha escrito mucho. Aunque también ha habido episodios en los que sus decisiones no han sido en réplica a las de AMLO. De eso casi no se habla.

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Desde el 3 de junio, y más aún desde el 2 de octubre, se profundizaron las voces que exigen un rompimiento con López Obrador, y que argumentan que sólo ha demostrado ser su extensión, sin abanderar agendas propias ni mostrar un sello personal.

Las temerosas acciones legislativas de la actual legislatura lamentablemente respaldan este argumento. Sin embargo, también ha tomado decisiones y acciones que distan mucho de lo que caracterizó a AMLO durante sus caóticos seis años de gobierno.

Por supuesto, a las voces contrarias a la 4T les parece demasiado poco demasiado tarde. Pero debemos analizar con un poco más de objetividad. Y recordar que seguramente nunca veremos un rompimiento total, pero en la medida que ciertas cosas cambien, puede ser positivo para México.

En el discurso político público, la Presidenta se ha mantenido muy en línea con la narrativa de su jefe político, lo cual es entendible. Si quiere mantener la base social de apoyo que le heredó, debe seguirles dando el espectáculo que les gusta. En este frente es difícil tener cambios.

Pero en la práctica política, es decir en los hechos, se están viendo señales positivas. Tal vez tímidas aún, pero de mucho significado.

Tal vez uno de los actos más importantes se dio la semana pasada, que tuvo un diálogo amplio y abierto con Gobernadores y Presidentes Municipales para generar una agenda de colaboración en materia de seguridad y finanzas públicas.

López Obrador se caracterizó por quitarle buena parte de los recursos públicos a los municipios, dejándolos en total indefensión ante la creciente inseguridad que tuvo su sexenio. Y nunca tuvo un diálogo real en la materia con las autoridades estatales ni locales.

Por supuesto falta ver cómo este encuentro de la semana pasada se materializa en apoyos reales de la Federación. Pero el simple hecho de haberse reunido con ellos es un cambio importante.

Este cambio se enlaza con las decisiones que en materia de política de seguridad se están tomando, y que distan de la inacción y pasividad que caracterizó a la administración lopezobradorista. Si esto se traduce en cooperación con estados y municipios, es posible que haya mejores resultados.

Otro diálogo importante es el que tuvo la Secretaria de Gobernación con todos los partidos políticos recientemente. Algo que no pasó durante los seis años anteriores. Si bien las actuales dirigencias de todos los partidos son las peores en la historia, el hecho de sentarse a la mesa es muy relevante.

Un aspecto político que también da una señal de cambio es el margen de acción que la presidenta le está dando a su gabinete. Se aprecia, a diferencia del lopezobradorimo, mayor visibilidad de los secretarios, mayor capacidad de diálogo con diferentes actores y una aparente capacidad de maniobra. Si esto se traduce en flexibilidad de toma de decisión, será un gran acierto.

En cuanto a acciones de gobierno también se empiezan a ver señales positivas. La presentación del Plan México es en sí misma una de ellas. AMLO nunca quiso hacer planes integrales, ni siquiera cuando entramos en la crisis de la pandemia.

Podemos criticar el Plan México y dudar de algunos de sus componentes, pero al menos muestra la intención de tener un programa de gobierno y, posiblemente, un sello propio para su sexenio.

A la par con Plan México, la Presidenta confirmó la apertura de su gobierno a la urgente participación de la inversión privada junto a la pública. Lo llama inversión mixta para no decirle asociaciones público privadas. El nombre es lo de menos. Lo importante es que en seis años se satanizó, y hoy al parecer se entiende que sin esa mezcla es imposible generar crecimiento y desarrollo.

También reafirmó que, si bien comparte cierta visión energética con AMLO, ella sí parece entender los retos evidentes y el rezago en este sector tan importante. Está mostrando mayor apertura a lo que hoy llaman abasto aislado, antes autoabasto, y mayor apertura a la inversión privada.

Y por supuesto ante el grandísimo desafío que representa la nueva presidencia de Donald Trump para México, la presidenta parece estar hilando fino para tener un frente unido de gobierno federal, estatales y sector privado para atajar lo que será su mayor reto de gobierno.

Esto se suma al diálogo que, tanto la presidenta como importantes miembros de su gabinete y equipo cercano, están entablando con el sector empresarial. Si bien AMLO tenía cierto diálogo, no era ni programático ni productivo. Estos meses pareciera que se está cambiando para bien.

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Por supuesto que todo esto son, hasta el momento, meras señales. Aún no se traducen en acciones concretas. Y falta ver si el diálogo no se queda en el plano superficial y se materializa en una colaboración efectiva, que tanto le urge al país.

Y, también, siguen habiendo muchas señales y acciones que dejan mucho que desear de la presidenta. Particularmente en lo relacionado con las reformas heredadas de su antecesor, que ella siguen defendiendo a capa y espada.

Pero definitivamente se perciben señales y acciones que se diferencian de manera significativa de su antecesor, y que nos obligan a darle el beneficio de la duda. Como se ha dicho siempre, en política la forma es fondo, y hay cambios visibles de forma. Esperemos que se traduzcan en fondo.

Mientras tanto, el resto de los actores (oposición, opinócratas, algunos empresarios, sociedad civil) parecemos seguir inertes y ausentes. Después no nos quejemos ni nos lamentemos si algo sale mal.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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