Según datos de una encuesta reciente de TResearch International , la percepción de los mexicanos sobre Donald Trump se distribuye así: 13% tiene una opinión buena, 46% regular y 41% mala. Pero al hacer un cruce de esos datos con preferencia política, los resultados arrojan una diferencia interesante. Entre quienes están de acuerdo con Claudia Sheinbaum, 6% tiene una buena opinión sobre Trump; 46% regular y 47% mala; mientras entre quienes están en desacuerdo con Sheinbaum, 23% tiene una buena opinión, 45% regular y 32% mala. Aunque la inmensa mayoría de la opinión sobre Trump se ubica entre regular y mala, sólo 6% de quienes apoyan a la presidenta tiene una buena opinión, mientras que entre sus opositores dicha cifra asciende al 23%.
La oposición mexicana frente a Trump
¿Cómo entender esa relativa “popularidad” de Donald Trump entre los mexicanos de oposición? La semana pasada, en su columna de El Financiero, Leopoldo Gómez arriesgaba una hipótesis: “para un segmento importante de la población, Trump es visto como la única contención real frente a un poder sin límites en México”. Tiene sentido. La semana pasada participé en un Space en el que una señora me preguntó, tal cual, si Donald Trump podría terminar siendo el “contrapeso”, así sea desde fuera, que no tiene el gobierno mexicano dentro del territorio nacional. Le contesté que no creo.
Uno, porque no es lo mismo. Una cosa es un contrapeso (un poder que cuenta con facultades explícitas para limitar las acciones de otro como parte de un sistema constitucional de equilibrio de poderes) y otra cosa es una potencia extranjera (un país que puede ejercer influencia, presión o represalias para imponerle sus prioridades a otro).
Dos, porque Trump difícilmente tendrá una agenda prodemocracia en materia de política exterior. Es improbable que su gobierno vaya a promover la celebración de elecciones libres y limpias, el respeto a los derechos humanos, la defensa de la libertad de expresión, etcétera, cuando lo que representa –tanto a nivel doméstico como internacional– no es la cultura del “rule of law” sino, más bien, del “law and order” (no “estado de derecho”, pues, sino “mano dura”).
Y tres, porque los intereses de Trump y su coalición no tienen que ver con los intereses nacionales de México. Que los aranceles, las deportaciones o las operaciones de Estados Unidos contra el crimen organizado en territorio mexicano le hagan la vida imposible al gobierno de Sheinbaum no significa que le convengan a nuestro país: no todo lo que sea bueno para el gobierno de Sheinbaum es bueno para México, es cierto, pero eso no implica que sea bueno para México todo lo que sea malo para el gobierno de Sheinbaum.
La encuesta de TResearch International muestra, sin embargo, que para la población que no está de acuerdo con Sheinbaum esas distinciones no importan gran cosa. Sobre la posibilidad de que Estados Unidos establezca aranceles más altos para los productos mexicanos, 37% lo ve bien. Sobre la posibilidad de que Estados Unidos realice deportaciones masivas de inmigrantes, 51% está a favor. Y sobre la posibilidad de que Estados Unidos emprenda acciones en contra de los narcotraficantes en México, 88% lo aprueba. La inmensa mayoría de quienes están de acuerdo con Sheinbaum, en contraste, ve con malos ojos esas tres posibilidades: 88%, 90% y 74%, respectivamente.
¿Cómo explicar esa aparente deriva trumpista de un sector de la ciudadanía que se identifica como de oposición o en desacuerdo con el actual gobierno? El problema no se le puede achacar nada más a la polarización o a una preferencia ideológica de derechas, aunque seguramente hay algo de eso. Me parece que tiene que ver, además, con una orfandad y un extravío crecientes. ¿Cómo puede ser que quieran defender la democracia contra el retroceso que en ese sentido representa la autodenominada “4T” y, al mismo tiempo, quieran ver a Trump –quien encarna ese mismo tipo de retroceso en Estados Unidos– como un potencial paladín de su causa? Quizá, por un lado, necesitan pero carecen de liderazgos políticos fuertes que sepan representar con eficacia sus agravios; quizá, por el otro lado, esa carencia está estropeando su brújula democrática.
Aviso. Esta es mi última columna del 2024 en este espacio, nos reencontramos en enero. Felices fiestas.
____
Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor. Síguelo en la red X como @carlosbravoreg Y en Blue Sky como @carlosbravoreg.bsky.social