En 2024 dos países tuvieron elecciones en las que dada la mayoría con la cual ganaron dichos candidatos, no dejó lugar a ninguna duda su triunfo. El apoyo que se manifestó a favor de Claudia Sheinbaum en México y de Donald Trump en Estados Unidos fue avasallador. Este apoyo ha generado la narrativa de que existe un “cheque en blanco” para actuar, ya que no solo ganaron ellos: el respaldo que sus correspondientes partidos lograron también se traduce en una amplia mayoría en sus respectivos Congresos. La posibilidad de decir, amenazar y hacer lo que se quiera parece hoy más real que nunca.
#ColumnaInvitada | El que parpadee pierde: Sheinbaum vs. Trump

En México, este cheque está cobrando saldos altos con la reforma judicial, la desaparición de órganos autónomos e incluso con la reelección de la Ombudsman de Derechos Humanos. Por otro lado, en Estados Unidos, apenas vislumbramos lo que puede llegar a ser: amenazas de aranceles que parecen no hacer sentido económico, nombramientos políticos con enormes dudas sobre capacidades técnicas y, en general, advertencias de ejercer un poder sin contrapesos. Si bien la democracia indica que la voz de las urnas debe prevalecer, también va de la mano con libertades y derechos que en ambas administraciones parecerían comenzar a desdibujarse.
Sin embargo, es una realidad que para ambos países la relación bilateral es prioritaria. No perdamos de vista la importancia que revisten tanto remesas, como importaciones en la relación comercial y la indispensable colaboración en temas transfronterizos como el tráfico de armas o de drogas. Es impensable en un mundo como el que habitamos hoy, disminuir la colaboración y el diálogo entre México y Estados Unidos. Sin embargo, aún las relaciones más cercanas y necesarias pueden ser tensas y requerir ajustes en momentos donde alguno (o en este caso ambos) sienten que el poder que tienen para ejecutar cualquier tipo de política es ilimitado. No es así.
Los límites de una relación bilateral como la de México y Estados Unidos no están en las urnas. Están en la realidad: el flujo de capitales y de personas entre la frontera es algo que legal o ilegalmente es inevitable. Sin dejar de largo el intenso intercambio comercial que beneficia a ambos países, el cual difícilmente podría suspenderse sin un efecto por demás nocivo en inflación, productividad y competitividad en ambas naciones.
Así que no, el cheque no está completamente en blanco en lo que se refiere a la relación bilateral, pero es evidente que observamos una guerra discursiva que tiene eco en los medios.
Esto que observamos como discursos inflamatorios --donde Trump amenaza con aranceles y Sheinbaum revira con que se hará lo mismo- son parte de la narrativa que construye la opinión pública de ambos electorados. Es parte de alimentar un posicionamiento que ha ganado aplausos entre los seguidores de ambas opciones políticas. La radicalización del discurso, que pareciera un juego de tit-for-tat, está dirigido a una audiencia local ávida de sentirse representada. Pero difícilmente veremos un cambio tan radical como los discursos hacen parecer.
El diablo, como siempre, está en los detalles. La verdadera disyuntiva no está en lo que se dice sino en las acciones que efectivamente se definan para abonar a la idea de que las promesas se cumplen. Sin embargo, la realidad supera a la expectativa, habrá que seguir de cerca las acciones que se ejecuten para seguir consolidando a ese electorado que pareciera haber emitido un cheque de acciones sin contrapesos.
Parte del éxito, tanto de la 4T como de Donald Trump, ha estado en hacer cumplir las promesas, es la narrativa de cumplir lo que se dice. Ahí está el peligro real: ¿qué implicará esta nueva ofensiva comercial?, ¿qué impacto tendrá, que no afecte las inversiones norteamericanas en la región?
Quizás hay que preguntarnos, en términos de libertades y derechos, hasta dónde puede realmente llegar este discurso. La faceta económica tendrá su propia defensa, pero los derechos y libertades de personas migrantes corren por otra vía, ya que no garantizan ganancias o pérdidas económicas sino humanas. Y podrían convertirse en la moneda de cambio para mantener una línea discursiva dura con la que pareciera estar de acuerdo una importante parte del electorado en ambas naciones.
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Nota del editor: Azucena Cháidez Montenegro es directora general de SIMO. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.