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¿Quién tiene realmente el poder?

La presidenta no ha advertido que la enjundia y determinación de los coordinadores de bancada, para que se aprobara e implemente la reforma judicial, no es muestra de apoyo incondicional a su gestión.
vie 15 noviembre 2024 06:04 AM
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Se gobernará desde el legislativo, emitiendo órdenes y mandatos, en forma de leyes, que la Ejecutiva Federal no puede sino acatar, ya que no puede modificarlas, enmendarla, suspenderlas, ni dejarlas sin efecto, considera Gabriel Reyes Orona.

La historia enseña, pero la realidad es la que reprueba y castiga a quien no aprende. Lo sucedido en las últimas semanas ha cambiado radicalmente las relaciones del poder político en México, entrando el país en una etapa sísmica de reacomodos. Después de la elección interna de Morena, para designar candidato a la presidencia, se alzó una ganadora, y varios perdedores. Monreal, se vea como se vea, quedó en último lugar. Adán Augusto López fue el más sorprendido de todos, dado que, contando con la hermandad política del presidente, asumía que tenía el triunfo en la bolsa, tal y como se lo dijo a muchos.

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Al parecer, la señora presidenta no ha advertido que la enjundia y determinación de los coordinadores de bancada, para que se aprobara e implemente la reforma judicial, no es muestra de un incondicional apoyo a su gestión. No, el movimiento resultante será que ambos coordinadores queden a su nivel, dado que el legislativo se erigirá, ahora, como un poder irresistible, cuyas órdenes no pueden ser reprobadas, y mucho menos dejadas sin efecto. El tablero se recompuso en favor de quienes se han servido con la cuchara grande. Amarga fue la derrota en la interna, pero dulce ha sido el regreso al terreno de juego.

Hasta antes de que Pérez Dayán emitiera su funesto voto, la república tuvo, en el poder judicial, una instancia en la que todos, pero, sobre todo, el propio Ejecutivo Federal, encontraron medios y mecanismos para contener los excesos de un poder que suele tomar decisiones al calor de las pasiones, inmerso en rabiosas rebatingas por conseguir más poder, dinero e influencia. Esto es, el abuso de poder en legislativo se restringió, a lo largo de los años, mediante una estructura que constantemente le vigilaba y mantenía dentro de cauces institucionales, por lo que el Ejecutivo Federal gozaba de un entorno propicio para ser el factótum político en el país.

Así es, con la aprobación del nuevo esquema, dos perdedores ahora han ganado la oportunidad de ver de frente a la presidenta, con a, y decirle que las órdenes las da el pueblo a través de leyes, y que, para estos efectos, el pueblo, son ellos. Al ejecutivo no le quedará más que ejecutar, esto es, cumplir las órdenes indiscutibles que dé el Poder Legislativo. El acervo de facultades contenidas en la Constitución, en favor del titular del ejecutivo, no fue la base sobre la cual se construyó el sistema presidencialista, sino que era producto de un fino equilibrio de atribuciones que balanceaba las potestades en favor de aquel. Ese entramado, en unas semanas, se tiró por la borda.

El concepto “autoridad” da para muchas discusiones, pero es claro, que no es sino el poder o capacidad de hacer efectivas las propias decisiones. De forma que, analizando con calma lo ocurrido, vemos que, quien está en la silla no tiene sino dos instrumentos de autoridad a su alcance, el veto, que es constitucionalmente superable, y el poder de la fuerza, que le dan los elementos castrenses y la policía. El primero, sólo le da tiempo para evitar que se haga realidad alguna orden parlamentaria que no le acomode; le moleste, o hasta le perjudique, pero, tarde o temprano, desde las cámaras, se puede ordenar la publicación de las leyes, guste o no al detentador de la silla.

Así, la decisión del control de los recursos públicos reside, única y exclusivamente, en la aplastante mayoría que se apoltronó en el Poder Legislativo, por lo que las prioridades, preferencias y todo aquello que da la posibilidad de dar empleo a las inconformes huestes está, inequívocamente, en manos de la aplanadora oficial, teniendo, quienes la manejan, la capacidad de negociar, en igualdad de condiciones, o quizá ya, asumiendo que tienen el sartén por el mango, de superioridad con el hoy inerme poder unipersonal, otrora dominante.

Ese es resultado del esquema, en el que el presidente no pone a sus leales al frente de las bancadas, sino que se entrega a quienes fueran, y siguen siendo, sus rivales. Esto podría considerarse como un error, si el objetivo central y deliberado no fuera mermar la capacidad del que fuera el poder entre poderes. Es, evidentemente, natural efecto del diseño implementado, que tiene como finalidad empoderar a quien controle el movimiento.

El presupuesto es poder, es el futuro de cualquier carrera política y la consolidación de grupos que, de facto, pueden asegurar un triunfo en las urnas. ¿A quién responderán las fuerzas vivas ubicadas en una curul? Creo que la votación de reelección en la CNDH lo deja claro. Lo que pasó en la noche del martes será piedra que Sheinbaum llevará por mucho tiempo en el zapato.

Si hace falta decirlo más claro, lo haré. Cuáles son elementos, instrumentos y mecanismos al alcance del Ejecutivo Federal para atemperar, equilibrar y contener los excesos del Legislativo, en un entorno en el que éste puede reformar la Constitución en tan sólo una semana, requiriendo sólo el voto de 17 gobernadores, ávidos de partidas presupuestarias. Así es, ninguno. Sólo quedaría el extremo uso de la fuerza. De forma que la empeñosa actitud de comprar a los Yunes y a Pérez Dayan no fue en provecho de la agenda presidencial, sino en aras de erigir una república dominada por el asambleísmo, en el que el Poder Ejecutivo verá mermada su capacidad de acción y control político.

El esquema no es producto de la casualidad, es la última fase de un plan bien diseñado y estructurado, y mejor implementado, desarrollado por quien siempre entendió que el verdadero poder no es reelegirse en un cargo de mandatario, sino el controlar, sin responsabilidad política o jurídica, las variables fundamentales, esto es, ser el mandante, quien habla y consigna lo que el pueblo bueno ordena. Que el ejecutivo en la Constitución sea el “primer” mandatario, sólo significa que es el primero que debe obedecer y acatar.

Todo comenzó estableciendo una revocación de mandato como cuña de control, complementada ésta por tener a buen recaudo la dirigencia del partido oficial. Ya teniendo la espada de Damocles pendiendo sobre la sentada en la silla, era preciso contar con una mayoría aplastante en el Congreso, claro, en manos de los cercanos e incondicionales, para así, emprender el camino para trasladar el mando al Poder Legislativo. En su momento, no fue casual que Salinas de Gortari fomentará el crecimiento de la oposición, ya que no quería quedar en manos de un partido oficial todo poderoso. Hoy, la apuesta ha sido al revés.

Para que la estrategia no tuviera flancos débiles, máxime, en presencia de posibles solicitudes de extradición, se estimó preciso el evitar que existiera una estructura con agenda independiente, que pudiera tener el atrevimiento de tomar decisiones autónomas, lo cual, resultaría altamente comprometedor, por lo que resultaba urgente, aún en el último mes del sexenio, el tomar el control del Poder Judicial, o, al menos, vulnerarlo de tal modo, que no tuviera capacidad, alcances, ni peso institucional, para evitar que los regentes de la mayoría legislativa tomaran el mando, librando así, al saliente, de ese penoso cáliz.

El tabasqueño impuso personajes claves en carteras cruciales, para poder ejecutar todo aquello que la ungida no quiera llevar al cabo por las buenas. En el mare magnum de la administración, pasan tantas cosas todos los días, que es imposible tener todo bajo control si no se cuenta con auxiliares con las lealtades bien claras. Muchas serán las sorpresas que se llevará la poseedora del bastón, enterándose de decisiones cuando ya sean fait accompli o irreversibles.

De esa forma, se gobernará desde el legislativo, emitiendo órdenes y mandatos, en forma de leyes, que la Ejecutiva Federal no puede sino acatar, ya que no puede modificarlas, enmendarlas, suspenderlas, ni dejarlas sin efecto, el Poder Judicial será todo, menos guardián de lo que dice la Constitución, y si ésta se vuelve un problema, no hay más que asociar a 17 gobernadores afines a quien dice que ya entregó el poder. Pues todo parece indicar que, de perdedores de una interna, rápidamente se volvieron jugadores paritarios en la mesa, con gran capacidad para hacer que sus decisiones se cumplan, pues ya no sólo aprobarán leyes, sino que serán la boca por la que hable el pueblo.

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Si le cambian el presupuesto federal a Ramírez de la O, como es previsible suceda, ¿Qué hará la señora Presidenta?, mostrar enojo; cuestionar a los nuevos mandamases, o tendrá que buscar al líder máximo de la Transformación para que le ayude a pasar sus iniciativas. A la vuelta de la esquina veremos el nuevo entramado del poder en México, y las partidas presupuestarias serán un claro indicativo de quien manda aquí.

El papel de la Fiscalía General de la República adquiere una posición jamás antes vista, pero, con el galimatías que resultará la elección de jueces, y la muy desafortunada integración del comité seleccionador, la señora presidenta aprenderá que lo único ilimitado entre mortales es la miseria humana, y verá, como la distraída lealtad de quienes lo conforman, la deja con pocos ases o sin ninguno de ellos.

El Tribunal Disciplinario se tornará en la hoguera de las venganzas y el crisol de los acuerdos de lo que no será justicia, sino el punto de encuentro de los intereses, y ahí, la señora presidenta será tan sólo uno, de los varios factores que determinen el sentido de las decisiones. El esquema no puede ser mas diluyente de la autoridad presidencial, pero todo se ha tomado con una candidez sorprendente.

En presidencia aún no advierten que atizan el fuego en el que se pretende hacer del bastón de mando un vulgar leño. La secuencia es clara, y los eventos sólo confirmarán que existe una agenda paralela, previa y soterrada, que erige una forma de gobierno con poco futuro. Ni los propios coordinadores de partido en el poder parecen entender la complejidad de las ramas del árbol que están abonando.

Las huecas lisonjas y adulaciones que hacen los que otrora fueran derrotados en la interna, sólo anticipan lo que está por venir, la madre de todas las traiciones. Ni Noroña advierte como le cuentan las semanas para devolverlo al lumpen del PT, mucho lucimiento, pero en pesos y centavos su gente no ve claro. Parece que será el Camacho Solís de nuestros tiempos.

Son más a los que no les ha hecho justicia la Transformación, que aquellos que ya se amachinaron en una posición de poder, el cual, no compartirán, sino hasta que vean que están hechos de votos, y que esos, tienen dueño, cuya inocencia, paciencia o ciega lealtad tiene límite.

Los coordinadores no han caído en cuenta de que ya los legisladores se han cansado, que sus seguidores siguen sin las posiciones prometidas y que las cuentas no registran los provechos ofrecidos. Es ya inminente la formación no de corrientes, sino de fácticos partidos de oposición dentro de Morena. Harán a un lado a los inertes maniquíes de los partidos tradicionales, y los rebasarán por la derecha. Venderán caro su amor, ya que verán que no sólo abandonaron la coordinación de la bancada, sino su futuro político, económico y familiar, en manos de un par de personajes que no tienen compromiso sino con el de Macuspana.

Montesquieu tiene la fama de ser el estudioso que analizó diversas situaciones en las que el poder se deforma y distorsiona por falta de equilibrios, pero, son las disertaciones de Rousseau y Maquiavelo, y, sobre todo, las de Voltaire, las que dan un justo contexto a tales escenarios, siendo ellos enfoques obligados para ver, con claridad, lo que pasa en esta atribulada nación. No en balde se decía que, cuando el judicial cae, es sólo cuestión de tiempo, para que el ejecutivo se desplome, siendo el legislativo su verdugo. Nada nuevo bajo el sol.

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Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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