Finalmente, el sector de la población que tiene más de 60 años, es decir, el de los adultos mayores, el cual probablemente no disponga de las mismas condiciones de factibilidad (en comparación con los grupos más jóvenes) para acudir a las urnas a emitir su voto.
Es una realidad que la edad de cada uno de los sectores de la población influye en la decisión que se tiene respecto a una votación. Los grupos más jóvenes están alimentados de propuestas a través de redes sociales y plataformas digitales; los grupos de personas económicamente activas tienen una diversidad de influencias para el momento de emitir su voto, pues si bien es cierto que interactúan en las mismas plataformas que los jóvenes, también lo es que se informan de otros medios como la radio, la televisión e incluso pueden ver influenciadas sus decisiones por experiencias de gestiones-administraciones pasadas.
Sin embargo, el sector adulto-mayor no tiene tan de cerca las plataformas digitales, y mayoritariamente lo rige la tradición familiar. En ese orden de ideas, vale la pena pensar: ¿qué espera a México en cuanto al número de votantes en el ejercicio de elección de este domingo?
Básicamente puede partirse del hecho de que, estadísticamente, los porcentajes de votación oscilan entre el 58% y el 63% de la población que sí acude a votar. Pudiera ser que desde algunas perspectivas las cifras sean bajas, en atención a que vivimos en un país democrático donde lo que tendría que prevalecer es la participación, puesto que a partir de ella se organiza el poder político. Pero desde otras aristas, el porcentaje de votantes activos podría ser alto, en atención a que en México la votación no tiene un carácter obligatorio y, por lo tanto, no existe sanción alguna para aquellas personas que decidan abstenerse.
Ahora bien, es oportuno preguntarse: ¿la abstención es una forma de participación?, ¿es una manera de manifestar descontento?, o ¿simplemente se trata de una apatía o desidia por los temas electorales del país? Frente a tales interrogantes nuevamente se encontrará una diversidad de respuestas, pues, en efecto, para algunos la “no participación”, es decir, su ausencia en las urnas, es una forma de manifestar su descontento, pero también hay otra cara de la moneda que lleva a las personas a expresar un voto nulo directamente en la papeleta, y quizá esa sea la forma más clara de manifestar su inconformidad.
Por lo que corresponde a la apatía, puede ser que existan diferentes causales alrededor de ella; probablemente la gente no acude a votar porque el día de la elección está trabajando, otros porque no tienen su credencial para votar actualizada, o incluso no la tienen, y otras personas simplemente deciden no ir porque piensan que su voto no es decisivo dentro de la contienda electoral.