Múltiples investigaciones y experiencias, algunas desarrolladas por el Instituto para la Economía y la Paz, demuestran que la paz es un “mejor negocio" que la violencia. Las múltiples manifestaciones de violencia generan costos económicos exorbitantes, que se traducen en pérdidas de productividad, de inversión y de capital humano. Así como la destrucción de infraestructura, la inhibición del turismo y la generación de entornos de inestabilidad que dificultan la planeación a largo plazo. En contraste, la paz crea un entorno propicio para el florecimiento económico, donde las empresas pueden operar con seguridad, invertir con confianza y generar empleos de calidad.
Resulta evidente que las empresas no pueden prosperar en un entorno social de constante incertidumbre y zozobra. Una sociedad en paz es una sociedad próspera, donde los consumidores tienen poder adquisitivo, los trabajadores se sienten seguros y las empresas encuentran un terreno fértil para la innovación y el crecimiento. La violencia, por el contrario, erosiona la confianza, desalienta la inversión y limita el desarrollo, generando múltiples vulnerabilidades.
Por ello, la participación activa del sector privado en la construcción de paz no solo es una responsabilidad social, sino también una estrategia inteligente de negocio. Las empresas, como actores económicos relevantes, tienen la capacidad y el potencial de contribuir significativamente a la construcción de un México más pacífico y próspero.
Diversos casos nacionales e internacionales demuestran el valor estratégico de la participación empresarial en la construcción de paz. Empresas de diversos sectores han implementado iniciativas exitosas que van desde la promoción de la educación y el empleo, hasta el apoyo a la resolución de conflictos y la reconstrucción social. Estas iniciativas no solo benefician a las comunidades, sino que también han generado retornos positivos para las empresas en términos de reputación, fidelización de clientes y acceso a nuevos mercados.
El sector privado puede actuar como un contrapeso y complemento fundamental a las políticas del gobierno en la construcción de paz. Las empresas pueden aportar su experiencia en gestión, innovación y responsabilidad social para diseñar e implementar estrategias efectivas de prevención de la violencia, resolución de conflictos y promoción de la cohesión social.
Las estrategias de seguridad basadas únicamente en la fuerza coercitiva son costosas e ineficaces a largo plazo. La paz, en cambio, se construye desde la base, mediante la inversión en educación, desarrollo social, oportunidades económicas y fortalecimiento del tejido social. Invertir en paz es mucho más rentable que invertir en seguridad pública reactiva.
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Nota del editor: Carlos Juárez Cruz es director en México del Institute for Economics and Peace. Síguelo en X como @cjuarezcruz . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.