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#ColumnaInvitada | Máynez, ¿para qué?

Si bien Jorge Álvarez Máynez no es un as bajo la manga, sí es una carta que obligará a sus contrincantes a mover ficha.
mar 09 enero 2024 12:19 PM
Jorge Álvarez Máynez
El emecista Jorge Álvarez Máynez podría cosechar el voto joven que se siente decepcionado por el gobierno de Morena, pero que no está dispuesto a votar por partidos tradicionales como PRI, PAN y PRD.

Hay que hablar del elefante en la habitación: Máynez puede ser candidato exclusivamente como resultado de la abrupta caída de Samuel y porque Dante representa un riesgo tangible de pérdida de registro para el partido. El zacatecano es un político promedio, sin ninguna hazaña en su biografía, aunque tampoco ningún pasado especialmente vergonzante. Es un político profesional, mas no con talante presidencial.

Si bien Jorge Álvarez Máynez no es un as bajo la manga, sí es una carta que obligará a sus contrincantes a mover ficha. Estos son algunos de los principales motivos para poner atención a una candidatura que, aunque llega tarde y de rebote, podría provocar reacomodos en el tablero político nacional.

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Primero, aunque no sea políticamente correcto decirlo, uno de los elementos distintivos de Máynez frente a ambas candidatas es, precisamente, que él es hombre, varón: no-mujer. Es una cualidad aunque no una virtud. Desafortunadamente existe un México todavía (cada vez más reducido, es verdad) que se resiste a ser gobernado por una mujer. Máynez podría pescar algún par de puntos en ese electorado.

Luego, el emecista podría cosechar también el voto joven que se siente decepcionado por el gobierno de Morena, pero que no está dispuesto a votar por partidos tradicionales como PRI, PAN y PRD. El mejor activo de MC es su relativo desconocimiento en un amplio sector de la población: al ser un cascarón vacío, puede llenarse con lo que sea por medio de una buena comunicación, tal vez la mayor fortaleza del partido.

Otro tipo de votante potencial de Máynez es el que entiende que Sheinbaum va a ganar inevitablemente al mismo tiempo que Xóchitl no le genera mayor simpatía (a estas alturas, está claro que no resultó una buena candidata y que quienes anticiparon que perdería fuelle acertaron), por lo que optaría por un tercero en disputa como un “voto disidente” a las preferencias de la mayoría, similar a lo que sucedió con Patricia Mercado en 2006.

Finalmente, el último votante que podría suscribir el proyecto de Máynez sería el más extraño por refinado: aquel que no vota al personaje sino a la agenda socialdemócrata, laboralista, ecologista y progresista del partido. Si Movimiento Ciudadano logra construir una campaña especialmente robusta en torno a la defensa de los derechos laborales (vacaciones dignas, reducción de la jornada laboral, seguridad social integral y total), puede convencer a ese electorado de centroizquierda cansado de la retórica y la acción populistas.

Por el contrario, el principal negativo de Máynez es un pasado que es difícil ignorar: fue priista. Es un estigma que, por ejemplo, Claudia Sheimbaum (su oponente natural por compartir causas progresistas) no carga. Aunque todo político tiene derecho a cambiar de partido político, le será más difícil embestir al PRIAN bajo esta condición que si no la tuviera, valga la perogrullada.

Otro de sus negativos —tal vez el más evidente— será combatir desde el día uno la idea (ya muy instalada) de que la campaña que está haciendo es una movida para dividir a la oposición y reducir al máximo cualquier posibilidad de Xóchitl de acercarse a Sheinbaum. Será un lastre que tendrá que sortear a lo largo de toda la campaña.

Sin embargo, Máynez podrá argumentar —con razón— que Movimiento Ciudadano tiene derecho a construir un proyecto político y unas plataformas propias, y que su autonomía es indispensable, por ejemplo, para construir bancadas legislativas sólidas. Si MC aceptara diluirse en la oposición, alcanzar un número considerable de legisladores sería por demás complicado.

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Hay dos verdades que conviven sin anularse: hay quienes dentro de Movimiento Ciudadano buscan construir una auténtica tercera vía, una opción que escape de la lógica obradorismo-antiobradorismo; al mismo tiempo, han existido gestos de cortesía excedida entre el presidente López Obrador y algunos actores del partido naranja.

Máynez tiene la oportunidad de demostrar si pertenece a los primeros o a los segundos. Una campaña presidencial que no tiene posibilidad de vencer permite al menos poner en la conversación pública agendas que las candidaturas mayoritarias no impulsarán, pero que podrían hacer suyas: esa es acaso la mayor aportación que podrían hacer una candidatura presidencial de Movimiento Ciudadano. Una reforma fiscal en serio; seguridad social que no esté ligada al trabajo; mitigación a fondo de la crisis climática; apoyo real a la ciencia, la innovación y la tecnología; un auténtico federalismo; regulación de la eutanasia… Podrían ser decenas las causas que Máynez puede enarbolar, que ni Xóchitl ni Claudia adoptarán por cálculos pragmáticos electorales.

Sólo así tiene sentido el tercero en discordia, una tercera vía. De otra forma, la sombra del esquirol terminará por imponerse al color naranja.

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Nota del editor: David Gómez-Álvarez es director ejecutivo de Transversal think tank y académico de la Universidad de Guadalajara. Síguelo en X como @gomezalvarezd Las opiniones publicadas en esta columna corresponde exclusivamente al autor.

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