Pero, como ustedes saben, yo no soy un personaje político, sino más bien una ciudadana común y corriente. Y me gustaría entrar en el tema a partir de la pensión alimenticia. No es un secreto que muchos hombres, cuando se divorcian, recurren a la tortura económica como una rencilla en contra de sus exparejas, y como si de igual manera se divorciasen de sus hijos. ¿Cuál es la lógica? Bien podemos aplicar la ya arraigada pregunta al argot mexicano ¿y los niños que culpa tienen? En teoría los querían y después, ¿qué pasó? ¿Creen que esos pequeños serán niños por siempre o que eventualmente no se van a enterar de la situación? O, ¿creen que la ‘soltería’ los regresa a los 21 años, sin responsabilidades, en posición de ir al antro con chavas de la edad de sus hijas? Prioridades y jerarquización sin brújula.
Y acoto aquí un tema de manera colateral, ¿de verdad creen que chavas entre 25 y 35 años están perdidamente enamoradas de hombres de 55 en adelante? Ajá, ¡ojalá!. Están (habitualmente) enamoradas de la cartera, los restaurantes, los viajes y las reuniones de alto nivel. Cuando a ellas les toque llevarlos a revisar la próstata, a la mayoría se les acabará el ‘amor’. Y en el ínter de todo este reventón de ensueño y pseudo-enamoramiento, dejan hijos resentidos y lastimados, que en su vejez no van a querer estar ahí, ni llevarles a sus nietos. Digno de reflexión, ¿no creen?
Hago inclusión, por supuesto. Lo mismo va también para las que se divorcian de los hijos, porque de que las hay sin instinto materno, las hay.
Creo que estamos en una era desechable, incluidos los hijos, y la responsabilidad de cambiar el rumbo es meramente nuestra.
Prosigo. Violencia física y psicológica. Mucho podemos hablar sobre el tema, ¡es interminable! Pero me enfoco en lo que, desde mi punto de vista, es aún más crudo: en su gran mayoría (repito, gran mayoría), los agresores provienen de infancias terribles, con un papá o una mamá violentos, que tenían a sus parejas e hijos aterrorizados. Y nos podrán dar muchas explicaciones sociológicas y psicológicas, pero en lo personal, continúa impactándome el hecho de repetir conductas y patrones del único ejemplo que tuvieron de paternidad (o maternidad). He aquí otro punto formador de gran importancia, de este decreto (la 3 de 3).
Claro que, conozco también (varios) casos de hijos e hijas que tuvieron infancias de terror, pero que decidieron asumir responsabilidades y no repetir esa vida atroz, ni para sus parejas ni para sus hijos. ¡Una acción loable y digna de admiración! Creo que no podemos ir por la vida culpando a nuestros padres ni a las circunstancias por nuestras acciones; claro, la educación y las bases de los padres son los pilares de los años más importantes de un ser humano, pero en algún momento debemos madurar y tomar responsabilidad sobre nuestros actos. Así en casa como en la política.