Es verdad que los líderes de todos los países buscan imprimirle un sello personal a su manera de conducir las relaciones internacionales. No obstante, durante el sexenio de López Obrador, el cariz personalista de la política exterior se ha acentuado, por lo que ésta se ha caracterizado por exabruptos, caprichos y cierto desdén a la Cancillería y al Servicio Exterior Mexicano.
En sus últimos conflictos, el mandatario ha emitido una serie de declaraciones que poco se relacionan con los principios constitucionales que rigen el actuar de México en el exterior desde hace más de tres décadas. Por ello, se puede argumentar que, durante este sexenio, López Obrador ha convertido a la política exterior en una herramienta adicional para conquistar sus objetivos personales de política interna, tales como mantener un amplio respaldo popular o ser visto como un líder que lucha por causas justas y la unidad latinoamericana.
Como ejemplo, vale la pena retomar lo acontecido el pasado 16 de diciembre, cuando el mandatario negó que México y España hubieran retomado sus relaciones, al asegurar que “no existe una actitud de respeto (hacia México)” por parte del gobierno español. La declaración se dio horas después que los cancilleres de ambos países sostuvieran una reunión para “relanzar” la relación bilateral, un evento que al final López Obrador rechazó.
Sobre este caso, el presidente sabe que la indignación ante las atrocidades que vivió la población indígena en la época de la Conquista es uno los temas que hoy en día siguen dividiendo a una gran parte de la población en el país. Por ello, lejos de que al mandatario le preocupe la opinión de España en estos eventos, el principal interés de López Obrador con estas acciones es consolidar su narrativa de reivindicaciones sociales y su discurso indigenista frente a la población mexicana, sin importar los efectos que sus palabras y acciones puedan tener en el escenario internacional o la relación diplomática.
En la misma línea, otro caso emblemático en el que López Obrador ignoró los principios de política exterior fue su reacción ante la reciente destitución de Pedro Castillo como presidente de Perú.
A través de su cuenta de Twitter, el mandatario denunció a las élites peruanas por haber mantenido un ambiente de confrontación y hostilidad en contra de Castillo Terrones, “hasta llevarlo a tomar decisiones que le han servido a sus adversarios para consumar su destitución”. No obstante, destaca que, en las primeras líneas del mensaje, López Obrador aclaró que supuestamente uno de los principios que siguió el gobierno mexicano en todo momento fue el de la autodeterminación de los pueblos. Al igual que en la confrontación con España, la tarea de fundamentar las decisiones del gobierno mexicano en los principios normativos de política exterior, como el de la solución pacífica de las controversias o el de la no intervención, se torna casi imposible.