Por un lado, excluyendo el gasto derivado de la estrategia de vacunación contra COVID-19, las asignaciones presupuestarias para el sector no han aumentado, manteniendo uno de los niveles de gasto en salud más bajos entre los países de la OCDE. La principal apuesta del gobierno en turno ha sido el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), que, desde el inicio, enfrentó dudas sobre su viabilidad operativa y financiera. Ahora, apenas dos años después de su creación, el gobierno parece abandonar el proyecto del Insabi y –sobre la marcha– plantear otra gran transición en aras de garantizar el acceso universal a la salud, por medio del programa IMSS-Bienestar.
Mucho se ha escrito sobre la historia, enfoque y logros del IMSS-Bienestar, programa que, bajo distintas denominaciones, ha logrado extender los servicios de salud a poblaciones de extrema pobreza y alto grado de marginación desde su creación en 1979. No obstante, su expansión a futuro enfrenta retos considerables para ampliar la cobertura de los servicios de salud, especialmente sin fuentes de financiamiento adicionales.
Expansión irregular
Mediante convenios de colaboración, los estados cederán su infraestructura física y humana al IMSS-Bienestar para que, a través de él, se otorguen los servicios de salud a la población sin seguridad social. Dos aspectos preocupan sobre el plan de expansión: en primer lugar, todo parece indicar que los acuerdos puntuales de cada convenio podrían variar significativamente de entidad a entidad, agravando disparidades en la atención y acceso a los servicios de salud. En segundo lugar, tras la atropellada implementación del Insabi, es probable que las entidades que no se incorporaron inicialmente a dicho esquema —principalmente gobiernos de oposición— opten por no adherirse al IMSS-Bienestar, fragmentando aún más la cobertura de servicios de salud.
Inversión insuficiente
Evaluaciones llevadas a cabo por el Coneval señalaron que, en años recientes, las limitaciones presupuestarias del IMSS-Bienestar han impedido atender la cobertura de plazas vacantes y llevar a cabo la conservación, mantenimiento y sustitución de bienes. Aun cuando el presupuesto del programa de este año presenta un incremento de 74% (10 mmdp), en comparación con 2021, sin un plan de inversión considerable resulta poco probable que el IMSS-Bienestar logre revertir el estancamiento y declive de su propia infraestructura y equipamiento, además de incorporar y operar la de los servicios de salud estatales. Ahora que se busca ampliar el número de beneficiarios, el reto que enfrentará el IMSS-Bienestar durante los próximos años resultará titánico sin fuentes de financiamiento adicionales.