Putin podrá decir lo que le venga en gana, pero la verdad es evidente: Rusia, y no Ucrania, es el culpable de los tambores de guerra. Y no se trata de cualquier agresor. Timothy Snyder, destacado intelectual experto en fascismo, lo explicaba hace poco. “Si estás contra el imperialismo, debes estar en contra de aquellos que dicen que los países vecinos no existen”, dijo Snyder. “Y eso es lo que está haciendo Putin”.
Snyder tiene razón. Vladimir Putin encarna, hoy, ese imperialismo aberrante que tanto daño hizo en otros tiempos, cuando era responsabilidad de países como Estados Unidos. Si alguien ha estado en contra de esa expansión injerencista en el pasado, debe oponerse hoy, sin matices, a Putin.
Aun así, increíblemente, uno encuentra voces en México que insisten en justificar las atrocidades del imperialista de Moscú. ¿Por qué? No puede ser que crean, como me dijo alguien hace poco, que Putin es una esperanza para la izquierda. Sería absurdo: pocos regímenes más abiertamente oligárquicos que la cleptocracia de Moscú. ¿Quizá, entonces, como contrapeso a Estados Unidos? ¿Contrapeso a qué, exactamente? Ciertamente no a las peores pulsiones expansionistas. Lo que ha hecho Putin en Ucrania es harina de otro costal.