El poder es parecido a una montaña rusa, donde las subidas y bajadas son una constante, pero llegar a la mitad del gobierno en muchas ocasiones se hace con una profunda reflexión, pues el poder se va diluyendo y esto lo sabe Andrés Manuel.
El hecho de que los reflectores empiecen a dirigirse a los precandidatos de 2024 señalan que hay una preparación –muy anticipada– para dejar en manos de la persona correcta para el presidente, su legado.
Para el escritor Moisés Naim, autor del libro “El fin del poder”, la caída de los grandes líderes es natural en nuestros tiempos, pues con la participación ciudadana, todos buscamos nuevas fórmulas para gobernarnos mejor y esto desgasta a los políticos de “la vieja guardia”. El autor señala: “La brecha entre nuestro verdadero poder y lo que la gente espera de nosotros es lo que genera las presiones más difíciles que debe soportar cualquier jefe de Estado“.
Es cierto que AMLO aún tiene cifras envidiables en cuanto a popularidad en el país. Según la encuestadora Mitofsky el presidente se ubica en segundo lugar de aprobación con un 65%, al cumplir tres años en el ejercicio del poder; sólo por debajo de Carlos Salinas de Gortari que en aquel entonces gozaba con el 77% de aprobación.
Prácticamente, en todo el país, a excepción de Jalisco y Querétaro, el tabasqueño recibe aprobación alta o sobresaliente. Sin embargo, el problema ocurre cuando se pregunta a la gente sobre “el gobierno en general”, dejando fuera estrictamente el nombre del presidente y señalando el actuar de la autonombrada “cuarta transformación” y entonces los números de aprobación caen estrepitosamente.