Seguramente dicha conquista resulta algo “natural” para las nuevas generaciones porque ha estado ahí como parte de su entorno y les ha implicado acudir a sacar su credencial del INE ir a votar u optar por no hacerlo. Si googleamos en la historia de este derecho a simple vista: nació tardíamente ¡apenas a mitad del siglo XX!; segundo, fue concebido desde las percepciones masculinas como una “concesión” y tercero, se debía ejercer de forma gradual, diferenciada e incompleta. Recordemos que las mujeres “merecían votar, pero no ser votadas” y podían hacerlo a los 18 años si eras casada y a los 21 soltera. Es decir, un derecho “concedido” para las mujeres aún tutelado por los hombres.
En 68 años de construir ciudadanía desde la voz y la experiencia de las mujeres, ¿qué hemos logrado? La ampliación de derechos civiles, sociales; el andamiaje de leyes, mecanismos institucionales, agendas y programas públicos; las reformas en materia electoral y como la joya de la corona por la igualdad: el principio constitucional de paridad.
Cada vez más y más mujeres participando en todos los espacios, militando, siendo dirigentes, candidatas en partidos o independientes; en cargos directivos de órganos electorales o del poder judicial; en sindicatos, organismos académicos, del sector privado, o regional e internacional. También en puestos de las administraciones públicas federales y locales, en el poder legislativo, incluso como diputadas reelectas.
La numeralia de los últimos 24 años no ha parado de cuantificar avances y uno de los órganos emblemáticos de nuestra democracia visto de manera gráfica bicolor luce como un claro ejemplo de paridad en la representación descriptiva.
Las cifras van cerrando las brechas históricas de la desigualdad. En retrospectiva, si miramos en el transcurrir de 7 décadas atrás y pensamos en el hecho de que tan sólo 5 generaciones de mujeres han ejercido el derecho a votar y a ser electas, y menos aún a contender, ganar, ocupar y ejercer cargos de representación popular y de poder público, el avance es valioso pero pausado y ha implicado –tal como las carreras de atletas– estar en condiciones de saltar y sobreponerse continuamente a una serie de obstáculos.