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#ColumnaInvitada | Del sufragio femenino a la paridad total, ¿qué sigue?

Cada vez más y más mujeres participan en todos los espacios, militando, siendo dirigentes, candidatas en partidos o independientes. La numeralia no ha parado de cuantificar avances.
dom 31 octubre 2021 12:05 AM
Mujeres gobernantes.jpeg
Mujeres gobernadoras, diputadas y alcaldesas.

La ciudadanía es el derecho de mejorar el lugar donde vivimos
Charles Handy [1]

Cada 17 de octubre las mexicanas conmemoramos que en el año 1953 nacimos ciudadanas; ejercer la ciudadanía, entendida en su dimensión básica como el acceso a la igualdad de derechos políticos, ha significado abrir caminos, incluir visiones, ampliar alcances de la coexistencia democrática e incluso librar batallas a costa de las propias vidas, tal como desde hace más de un siglo lo hicieron las sufragistas.

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Seguramente dicha conquista resulta algo “natural” para las nuevas generaciones porque ha estado ahí como parte de su entorno y les ha implicado acudir a sacar su credencial del INE ir a votar u optar por no hacerlo. Si googleamos en la historia de este derecho a simple vista: nació tardíamente ¡apenas a mitad del siglo XX!; segundo, fue concebido desde las percepciones masculinas como una “concesión” y tercero, se debía ejercer de forma gradual, diferenciada e incompleta. Recordemos que las mujeres “merecían votar, pero no ser votadas” y podían hacerlo a los 18 años si eras casada y a los 21 soltera. Es decir, un derecho “concedido” para las mujeres aún tutelado por los hombres.

En 68 años de construir ciudadanía desde la voz y la experiencia de las mujeres, ¿qué hemos logrado? La ampliación de derechos civiles, sociales; el andamiaje de leyes, mecanismos institucionales, agendas y programas públicos; las reformas en materia electoral y como la joya de la corona por la igualdad: el principio constitucional de paridad.

Cada vez más y más mujeres participando en todos los espacios, militando, siendo dirigentes, candidatas en partidos o independientes; en cargos directivos de órganos electorales o del poder judicial; en sindicatos, organismos académicos, del sector privado, o regional e internacional. También en puestos de las administraciones públicas federales y locales, en el poder legislativo, incluso como diputadas reelectas.

La numeralia de los últimos 24 años no ha parado de cuantificar avances y uno de los órganos emblemáticos de nuestra democracia visto de manera gráfica bicolor luce como un claro ejemplo de paridad en la representación descriptiva.

Las cifras van cerrando las brechas históricas de la desigualdad. En retrospectiva, si miramos en el transcurrir de 7 décadas atrás y pensamos en el hecho de que tan sólo 5 generaciones de mujeres han ejercido el derecho a votar y a ser electas, y menos aún a contender, ganar, ocupar y ejercer cargos de representación popular y de poder público, el avance es valioso pero pausado y ha implicado –tal como las carreras de atletas– estar en condiciones de saltar y sobreponerse continuamente a una serie de obstáculos.

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Y eso es lo que falta, despejar todo tipo de resistencias y obstáculos. Como la creencia de que las mujeres somos menos capaces de ganar o gobernar: Ni las mujeres ni el país están faltos de preparación para la gobernanza paritaria; o la persistencia de prejuicios y viejas prácticas en los partidos políticos que dificultan, segregan, excluyen o minimizan las carreras de las mujeres; que ninguna instancia o institución tenga déficits en la igualdad de oportunidades en elecciones o en mecanismos para invertir más programas y recursos en potenciar a las mujeres.

En el ámbito municipal debemos enfocar y concurrir acciones, ya que sigue siendo un foco rojo de exclusión o amenaza contra candidaturas o gestiones de presidentas.

El INE de ahora, además de mirar en sus entrañas la paridad, asume un papel cada vez más activo desde la perspectiva de género al normar, vigilar, dar seguimiento y contribuir a garantizar en todos los ámbitos la representación pluralista, e incluyente de la igualdad sustantiva.

Las desigualdades estructurales que día a día operan contra las mujeres, como la carga de trabajo de cuidado y en los hogares, el “piso pegajoso” que impregna a las propias mujeres de inseguridades sobre sus propios derechos y capacidades son otros de los obstáculos. Entonces ¿qué sigue? Sigue sortear todos estos obstáculos culturales, estructurales y políticos. Y corresponder a todo lo que nos ha dado el sufragio no sólo con la paridad, sino con más acciones afirmativas en todos los ámbitos para todas las mujeres.

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Notas:

[1] Pensador de origen irlandés, profesor en la London Businnes School en Inglaterra.

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Nota del editor:

La autora es Consejera Electoral en el Instituto Nacional Electoral (INE).

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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