Al presidente de México le preocupa mucho la investidura. Cree que debe cuidarla, por él, pero también por lo que representa el cargo que ocupa. Es cierto que López Obrador interpreta de manera curiosa la dichosa protección de la investidura: da la bienvenida a dictadores, pero no recibe a víctimas de la violencia y evita presentarse en el Congreso ante la amenaza de una protesta. Aun así, en el fondo tiene razón. La investidura presidencial merece cuidado.
Es importante respetar las instituciones elementales de la vida democrática. Un presidente debe cuidar lo que dice y cómo lo dice. Lo mismo con su conducta.