Así, en una decisión política, estratégica e ideológica, Morena ha decidido que no importa representar a las clases medias mexicanas porque son una minoría, pero sobre todo, porque son una minoría difícil de convencer.
Las clases medias con frecuencia se identifican (equivocadamente) con la agenda política de los más ricos y hasta los defienden. Digo “equivocadamente” porque en México una persona de clase media tiene muchas más posibilidades de caer en pobreza que de volverse rico. Pero la clase media, generalmente, no lo sabe o no quiere pensar en ello.
Así, la política de Morena no tiene vasos comunicantes con las clases medias. Por el contrario, sataniza al empresariado (aún si buena parte de la clase media son empresarios pequeños y medianos que necesitan apoyo), no tiene un plan ambicioso de inversión pública (algo necesario para potenciar el crecimiento económico) y no se atreve a imponerse a las mafias educativas – que afectan sobre todo, a las clases medias que no tienen dinero para pagar una escuela de élite.
El PRI-PAN no es diferente. También ha decidido ignorar a las clases medias, pero por una razón distinta: porque ha encontrado su nicho en la representación de las grandes empresas y los millonarios.
El PRI-PAN, sin embargo, es más astuto. A diferencia de López Obrador que abiertamente desdeña a la clase media, el PRI-PAN pretende representarla con su más reciente disfraz, el llamado “Sí por México”. El “Sí por México” se vende como una organización de piso, conformada por empresarios y por todo ciudadano que deteste a López Obrador.