Hace años, cuando Facebook apareció en escena, la red social prometía ser positiva para el mundo, cumpliendo, entre otras cosas, la promesa de la aldea global de McLuhan: comunidad, diálogo, contacto. La realidad ha sido distinta. La empresa y sus filiales se han convertido en un monstruo difícil de manejar. Hay más usuarios mensuales activos en Facebook que población en China o la India.
#LaEstampa | La respuesta cínica de Facebook
Facebook es la principal fuente de información del planeta. Lo mismo puede decirse de Whatsapp en mensajería virtual y de Instagram en redes sociales visuales. El imperio de Facebook es enorme y está creciendo. Durante la pandemia, los ingresos de la empresa se multiplicaron. Cuando la red social se apagó hace unos días, el mundo entero lo resintió. Fue, en más de un sentido, un apagón moderno. De ese tamaño es el peso de Facebook.
Lo ideal hubiera sido que Facebook respondiera a su influencia creciente con una mayor contención y voluntad de autorregulación. Ha sucedido lo contrario. La empresa no ha logrado –o no ha querido– poner límites a la avalancha de desinformación en sus redes.
Fue fundamental para la difusión de teorías de la conspiración sobre la patraña del fraude en 2020 y lo ha sido también en la divulgación de propaganda antivacunas en estos meses de pandemia. No solo eso. A través de Instagram, Facebook ha creado una generación adicta a la estética aspiracional y al reconocimiento social instantáneo y fatuo. El resultado ha sido una epidemia de depresión, sobre todo entre las jóvenes adolescentes.
Lo peor es que la empresa lo sabía.
Esta semana compareció en el Senado de Estados Unidos Frances Haugen, ex empleada de Facebook. Haugen reveló que la compañía tiene pleno conocimiento del daño que causa. La respuesta de Mark Zuckerberg al testimonio de Haugen fue tan fría como siempre.
"El argumento de que promovemos deliberadamente contenido que enfurece a la gente con fines de lucro es profundamente ilógico", explicó en un comunicado.
Esto es insuficiente. Peor aún: es cínico. Zuckerberg sabe bien los hilos que mueve y por qué los mueve. El testimonio de Haugen debería derivar en medidas concretas para entender bien el alcance de Facebook y regularlo con claridad, de ser necesario. El asunto es cosa seria.
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