A López Obrador le fascina darle encargos imposibles a su equipo y medirlos con base en su capacidad de lograrlos. El lugar en donde más lo ha hecho es la Secretaría de Hacienda y esto ha sido evidente en cada uno de los tres secretarios que han pasado por ella.
El primero fue Carlos Urzúa. A él se le dio la tarea imposible de desarrollar un Plan Nacional de Desarrollo sin plan, y de complementarlo con recursos que no tenía. La tarea no era nada fácil. Consistía en fungir como una isla técnica para los deseos de un gobierno en extremo idealista y de facciones al interior de la 4T que eran muy ideológicas.