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#ColumnaInvitada | Consulta popular: un primer intento fallido

El mensaje es claro: la ciudadanía no se resolvió a participar con la intensidad requerida para legitimar determinaciones venideras que tendrían como propósito juzgar decisiones del pasado.
lun 02 agosto 2021 11:59 PM
Ubicación de las casillas para la consulta de revocación de mandato 1 abril 2022
El ejercicio de participación fue limitado.

La consulta popular desarrollada este domingo fue fallida. Al no lograr el número de participación mínima para ser vinculatoria, fracasó. Un ejercicio como éste se desarrolla con el propósito de que la ciudadanía se manifieste respecto de una propuesta que se plantea sobre algún tema de interés público. En este caso ni hubo claridad en la proposición que se puso a consulta ni tampoco el respaldo suficiente para obligar a la autoridad a tomar la decisión respectiva. No se trata de demeritar un ejercicio inédito, sino de buscar la contundencia que permita ubicarlo en su justa dimensión.

Quienes argumentan que ejercicios como éste robustecen la democracia y que todo aquel que se asuma como demócrata debió haber participado, no están distinguiendo entre dos planos: el del deber ser y el que corresponde a la organización concreta. Por eso no es que les falte razón, sino que les sobra optimismo. No ningunean un ejercicio democrático realizado entre pugnas entre consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE), el presidente López Obrador y Morena, pero sí descalifican a la gran mayoría que no mostró interés en participar, con severas acusaciones como la de que esas personas –hasta les escamotean llamarlos ciudadanos– no entienden para qué sirve la democracia participativa o la democracia a secas.

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¿Cuánto éxito puede tener una consulta que no lleva a la polarización, una en la que se discutió más por la opalescencia en la redacción de la pregunta que por los efectos que traería llevar a cabo la propuesta? Recientemente, los mexicanos se han mostrado más atraídos por hacer búsquedas sobre la selección mexicana sub 23 que participa en los Juegos Olímpicos de Tokio que sobre la consulta, esto en una proporción de 7.4 a 2.2 en los últimos días (Google Trends dixit). Según las encuestas previas, tan sólo tres de cada 10 ciudadanos tenían “mucho” interés en la consulta, y de éstos los más inclinados a participar eran quienes se identifican con Morena (60%).

¿No debería llamar la atención que los más interesados en que los mexicanos participen en la consulta sean líderes, actores, grupos o legisladores afines a Morena y al gobierno federal? Quienes descalifican a los que probablemente no sabemos nada de democracia deberían cuestionarse respecto del porqué de la tan desangelada consulta. Incrementemos los ejercicios democráticos –en número y calidad, pero por supuesto– no las descalificaciones de desinformado e ignorante achacadas al pueblo al que, por cierto, se convoca y se le pretenden dictar directrices: la omisión, la ausencia como marca de ignaro.

La señal es clara y preocupante: la ciudadanía no se resolvió a participar con la intensidad requerida para legitimar determinaciones venideras que tendrían como propósito juzgar decisiones del pasado. Las consultas más atractivas resultan ser aquellas que justo significan una opción, una oportunidad, la esperanza de romper con el presente para que se convierta en pasado. Así en 1988 ante las pretensiones del dictador chileno Augusto Pinochet de ampliar su mandato o en 1992 con el plebiscito que acabó con 44 años de apartheid en Sudáfrica.

La de este domingo fue una consulta desfasada: la ciudadanía ya se pronunció porque se esclarezca el pasado y se castigue a quienes tomaron decisiones que afectaron los intereses públicos. Lo hizo en las elecciones de 2018, respaldando con más de 30 millones de votos las promesas del hoy presidente. La falta de respuesta efectiva a ese mandato nos sitúa frente al estreno de un ejercicio democrático, pero ante el pleonasmo, la reiteración de una atenta solicitud hecha tres años atrás.

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Los mecanismos de democracia directa pueden contribuir a vigorizar la desgastada democracia representativa, pero esos mismos instrumentos también pueden convertirse en una gastada fórmula para legitimar acciones desde el poder, más cuando es desde los gobiernos desde donde se activan.

En el caso mexicano un presidente que busca consolidar un modelo de democracia mayoritaria es quien comenzó el llamado a la ciudadanía a participar en un ejercicio de democracia directa. La búsqueda de mecanismos lo menos consensuales y representativos posibles para la toma de decisiones: fuera los 200 diputados y los 32 senadores plurinominales, bienvenida la consulta con una pregunta para la que difícilmente podría haber oposición.

Se requería el voto de por lo menos 37 millones 439 mil 23 ciudadanos --esto es, el equivalente al 40% de los 93 millones 597 mil 559 mexicanos inscritos en la Lista Nominal de Electores-- para que los resultados fueran vinculatorios para el Ejecutivo y el Legislativo, es decir, para que adquirieran fuerza de ley. La consulta que no planteaba una disyuntiva en su pregunta, sino una corroboración, se quedó muy corta en la participación: apenas entre el 7.07% y 7.74% de los mexicanos convocados, poco más de 7 millones.

En estricto sentido fue un fracaso, pero de los errores se aprende. Ojalá. De eso dependerá que este primer ejercicio sea calificado como un buen (o mal) precedente.

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Nota del editor: el autor es politólogo. Doctor en Procesos Políticos. Profesor e investigador en la UCEMICH. Especialista en partidos políticos, elecciones y política gubernamental.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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