Algunas de las reflexiones que deja la actual pandemia de Covid-19 es que, en el poderoso mundo de los negocios, la sociedad y sus expresiones de organización se han adaptado a las necesidades de hacer negocios, privilegiando la cultura al derecho elemental a favor de todas las personas.
Esto, sin soslayar la raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política, origen nacional o social, posición económica, política, jurídica, de territorio, nivel académico, edad o género; en el mundo de los derechos humanos todas las personas somos iguales y tenemos el mismo valor.
Pero hay que tomar en cuenta que, entre los conceptos, existen algunos que sobresalen en la discusión, como el derecho a la salud, la vida, educación, sexualidad, expresión, acceso al agua, al trabajo bien remunerado, a un medio ambiente limpio, educación, seguridad, entre otros más.
Una empresa que permite la integración de representantes de grupos vulnerables en sus procesos de producción no es una moda, sino que ofrece confianza entre sus filas, clientes y mejora la atmósfera social en su conjunto. Personas con discapacidad, adultas mayores, mujeres, indígenas, jóvenes (en busca de su primera oportunidad laboral) son algunos ejemplos de ello.
Tan importante es el tema que la propia Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha establecido normas relativas al derecho de los trabajadores, como la salud, seguridad, libertad de sindicación, negociación colectiva, no discriminación, abolición del trabajo infantil o trabajo forzado.