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¿Qué hay detrás de la narrativa energética?

El rechazo del presidente a un sector energético moderno y de vanguardia es añejo, ha sido de sus principales banderas políticas y fue la gran agenda de batalla en sus campañas presidenciales.
lun 19 julio 2021 11:34 AM
Las empresas nacionales deben participar en los próximos proyectos energéticos para fomentar la competitividad. (Foto: Getty Images)

Debo comenzar diciendo que no tengo la respuesta para la pregunta que pone título a esta columna. Pero me parece una pregunta fundamental en el contexto actual, que todos los interesados deberíamos trabajar en descifrar.

Desde su llegada al gobierno, el Presidente se ha empeñado en modificar las reglas del sector energético, en un esfuerzo por revertir la reforma realizada durante el sexenio pasado que abrió los mercados y trajo la competencia.

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Su compromiso siempre fue que no haría cambios constitucionales los primeros tres años de gobierno. Pero a través de decretos hizo hasta lo imposible por modificar el marco regulatorio. Sin embargo, a cada acción ha seguido una serie de amparos que paralizaron sus planes.

Ante la desesperación de no avanzar, decidió enviar al Legislativo una reforma para cambiar el marco del sector eléctrico, que es el que más ha tratado de cambiar. Pero, nuevamente, hubo una lluvia de amparos contra la reforma legal.

Posteriormente, decidió promover una reforma al marco legal de los hidrocarburos, para también empezar a centralizar en el Estado todas las actividades relacionadas con este sector, y sacar al sector privado como ha intentado con el sector eléctrico.

Las suspensiones otorgadas contra su ley eléctrica, aunadas a las elecciones intermedias, llevaron al Presidente a anunciar que ahora sí promoverá una reforma constitucional para modificar de fondo el marco, arriesgando la competitividad del país y nuestros compromisos internacionales.

A diferencia de los casos anteriores, esta ocasión el Poder Judicial decidió revertir una suspensión general de amparo ante la reforma eléctrica. Si bien faltan muchas suspensiones, será cosa de semanas para que el Presidente pueda implementar su nueva ley.

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Sin embargo, el Presidente sabe que no tiene los números en el Legislativo para lograr una reforma constitucional. No los tenía antes de las intermedias pues le faltaba el Senado, y menos los tendrá con la nueva legislatura por los asientos que perdió en la Cámara de Diputados.

Entonces, ¿por qué insistir tanto en un tema que le ha resultado tan difícil de lograr? Lo primero que viene a la mente es la relevancia electoral y política que este tema le da al Presidente.

Su rechazo a un sector energético moderno y de vanguardia es añejo. Ha sido de sus principales banderas políticas desde que boicoteaba instalaciones de Pemex en su natal Tabasco durante su juventud. Y fue la gran agenda de batalla en sus campañas presidenciales.

Durante las discusiones de la reforma el sexenio pasado, ayudó a hacer grandes movilizaciones que cerraron tanto el Senado como la Cámara de Diputados durante varios días seguidos. Aunque curiosamente, fue justo cuando por razones de salud tuvo que ausentarse de la vida pública.

Hoy, ya en el gobierno, ha mantenido esta narrativa nacionalista y populista sobre el sector energético, seguramente porque debe tener medido que es de los temas que más resuenan en su base social.

Junto con otras narrativas, como la relacionada con la corrupción o con los medios neoliberales, es uno de los temas que más están en su zona de confort cuando empieza a tener problemas visibles de otra índole por sus evidentes errores de gobierno.

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Por eso la próxima consulta popular para ver si se debe o no enjuiciar a expresidentes (sin importar que la ley ya lo permite), es de sus asideros para reponerse de críticas y señalamientos contra sus acciones. No por nada ya vemos publicidad promovida por la 4T con las caras de los expresidentes que más acusa de corruptos.

Los resultados de la elección intermedia no fueron positivos para la 4T en cuanto a la Cámara de Diputados, pero tampoco fueron tan malos como podrían haber sido si la oposición tuviera estrategia real.

Pero a nivel local, el Presidente tuvo grandes logros. No sólo ganó 11 de las 15 gubernaturas (para llegar ya a 17), sino que también mantuvo al menos 18 congresos locales, lo cual parecía imposible. Si bien perdió Alcaldías importantes, su presencia territorial creció.

Esto, en buena medida, se debe a que su magistral manera de comunicar está perfectamente enfocada en su público, aquel que le permite mantener una base electoral sólida. Y a que ningún otro actor está teniendo la capacidad de comunicar, o de entender el ánimo social.

Esta comunicación ha logrado ejercer presión social contra muchos actores. Y el Presidente sabe aprovecharlo, como seguramente lo hará ahora que el Poder Judicial echó abajo la primera suspensión contra su ley eléctrica de manera sorpresiva.

Aún faltan varias suspensiones, pero será cuestión de semanas para que también se reviertan y pueda implementar su ley. Aunque, si bien fue por temas de procedimiento, la decisión judicial deja una puerta abierta a que, en cuanto se tenga la reglamentación de la ley, se de otra ola de amparos.

Pero esto le dará mucha gasolina para mantener sus agendas como prioridad de todos, y a comunicarse con su audiencia clave para seguirla “ensalsando”, seguramente con miras a la consulta popular, de la que muy probablemente salga fortalecido.

Las narrativas presidenciales, empezando por la energética, tienen objetivos aparentemente visibles, pero también objetivos de fondo que no todos alcanzamos a ver o a dimensionar.

En eso deberíamos enfocarnos, particularmente los actores de oposición y los contrapesos. Es la única manera de hacerle frente al monopolio de la comunicación que hoy tiene hábilmente el Presidente.

Si seguimos sin querer entender qué mueve al Presidente, y qué logra con sus narrativas, seguiremos sin entender el contexto social, y dejándolo solo como único actor legítimo ante la masa social. No nos quejemos.
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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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