Los resultados demandan un plan que todavía nos hace falta: un proyecto, claro, concreto y ambicioso para reducir dramáticamente la pobreza y que la pandemia no nos haga retroceder cuatro décadas de lucha contra la pobreza.
Ese programa, sin embargo, no parece estar en el horizonte porque la política anti-pobreza de la 4T comete tres graves errores.
El primero es que se enfoca demasiado en los adultos mayores. De hecho, el único cambio que hasta ahora se ha planteado en la agenda de Morena es aumentar las pensiones. Esta medida no sirve para mitigar la pobreza porque las personas que más afectadas se han visto durante la pandemia no han sido los adultos mayores, sino la población en edad laboral que perdió trabajos o que tuvo que hacer gastos catastróficos en salud.
Sin apoyos, estas personas no solo han caído en pobreza, sino que en ocasiones también han tenido que empeñar su ingreso futuro. El 45% de las personas han pedido prestado y entre los estrados bajos de ingreso, el 28% de las personas que tuvieron COVID-19 más de la mitad de su ingreso anual para atenderse.
El segundo error de la política anti-pobreza es que no tiene suficientes recursos. El gasto total en programas sociales es menor que el que se tenía en 2015 y lo mismo puede decirse de los programas de transferencia de efectivo. El mito de que López Obrador está “repartiendo mucho dinero” es eso un mito.